Introducción:

Hola!

Bienvenido al blogg ''Prohibido Olvidarme''.
Su único objetivo, es que lo leáis, os divirtáis y me deis vuestra opinión sobre él.
Espero que os guste
Un beso y gracias

martes, 15 de noviembre de 2011

Capítulo 25, 26, 27

Terminaron de subir y se dirigieron a depositar el único melón rescatado junto al resto. Levantaron la caja entre ambos y el chico la llevó dentro del local para después regresar a donde estaba la muchacha.
   -La jefa me ha dejado un rato libre. Llevo más de una hora bajando cajas del camión y me lo merezco... ¿Te apetece un batido o un helado?
   -Claro, con este calor me vendría genial. ¿Aquí los venden?
   -El lema del bar es ''Aguamarina; vente a refrescar''
   -Ah...
   -Rídiculo, ¿no?
   -Sí, bastante- y soltó una carcajada.
   -Sentémonos aquí-señaló una mesa que aún tenía la sombrilla cerrada por lo que Lèo tuvo que ensancharse con ella un buen rato hasta conseguir abrirla- pues fue idea de mi jefa. Ha vivido aquí toda la vida, y recuerda que de pequeña, tras darse un buen baño en la playa siempre le había apetecido un batido. Así que, cuando tuvo la oportunidad, construyó un chiringuito en el que sólo vendían batidos hechos por ella misma. Tuvo tanto éxito, que el negocio se amplió y se convirtió en un bar especializado en batidos y helados, de ahí el lema en cuestión... -se quitó el gracioso sombrero y se apartó el pelo de la cara resoplando- siento estar así de sudado y asqueroso.
Seguía sin camiseta y aunque su cara era protegida del sol por la sombrilla, los rayos si alcanzaban su torso que brillaba húmedo y tostado.
Cerró los ojos durante un instante, se dejó caer en la silla y la cabeza se le inclinó hacia atrás.
Martina le observaba disimuladamente. Lèo era un buen chico, sí.
Entonces, una niña pequeña con el uniforme de Aguamarina, morena con el pelo corto y ojos oscuros se les acercó con un bloc y bolígrafo en la mano.
   -Buenos días- dijo con una vocecilla infantil.
Lèo abrió un ojo sorprendido y después sonrió mientras se recolocaba en la silla.
   -Buenos días señorita- contestó.
   -¿Saben ya que van a tomar?
   -Sí claro, un estofado de carne, faisán y ostras de postre por favor.
   -¡Mentiroso!
La niña soltó una carcajada propia de los 5 años e inesperadamente, Lèo se levantó de golpe de la silla, la agarró y se la colocó en un hombro mientras que empezaba a dar vueltas un poco alejado de las mesas y demás clientes.
   -¿Yo mentiroso? ¡Señorita, no vuelva a llamarme mentiroso o la lanzo al agua!
Lèo agravó su voz y comenzó a hacerle cosquillas a la chiquilla que no paraba de reír estrepitosamente.
   -¡Suéltame, suéltame!
   -¡Ve a buscar ahora mismo tus manguitos, porque te voy a lanzar al agua en plancha!
   -¡No Lèo, para!- gritó la niña, pero sus palabras se ahogaron entre sus propias risas.
El chico, la volvió a bajar con una gran sonrisa en la cara y le sacudió el pelo.
   -No sabía que estabas aquí Carlotta.
  -Papá me ha traído en coche a casa de mamá. Dice que me puedo quedar muchos días.
   -Me alegro pequeñaja, ven aquí.
La cogió de la mano y la llevó hasta su mesa.
   -Ésta es mi amiga Martina.
   -Hola...-saludó tímida.
   -Y esta pequeñaja, es Carlotta- añadió sentándola en su regazo.
   -¿Qué tal estás Carlotta?- preguntó la chica sonriendo.
   -Bien, trabajo aquí.
   -Ya he visto tu uniforme, y dime, ¿cuántos años tienes?
La niña le enseñó cuatro deditos y luego aclaró:
   -Pero dentro de poco cumpliré éstos- y abrió la palma de la mano completa.
   -Eres muy mayor entonces.
   -Sí, soy muy mayor.
Ella y Lèo jugueteaban alegremente bajo la mirada afligida de Martina que se encontraba totalmente absorta en sus recuerdos.. A Gonzalo nunca le habían gustado los niños pequeños, incluso decía que no quería ser padre. Menuda estupidez, ser padre debía de ser lo más maravilloso del mundo... Padres, sus padres... Oh mierda, se le olvidó por completo llamarlos aun habiendo estado recibiendo llamadas suyas hasta esta mañana.
   -¿Sabes ya que vas a tomar?
Despertó de sus pensamientos y vio a Lèo y a la niña que se habían levantado con el fin de ir a pedir.
   -Pues me apetece un batido, pero no sé de qué sabores hay...
   -¿Te traigo la carta?
   -No, no hace falta. Elígeme tú algo.
   -Me pones en un aprieto- y rió- ¿Confías en mí?
   -De momento sí, aunque puede que cambie de opinión tras probar tu elección.
   -Me arriesgaré a ello, vamos Carlotta.
De la mano anduvieron hasta la barra donde el chico sentó a la niña y ambos siguieron hablando y jugueteando con las manos.
Sacó el móvil dudosa, abrió la guía y buscó ''papá''. Cuando se le fue mostrado el número, lo contempló con los ojos húmedos y decidió que era la hora de enfrentarse a la realidad... O quizás podía hacerlo más tarde, ¿no? Cerró el menú y se puso una alarma a las dos, para que no se le volviese a olvidar la llamada.
   -Ya estoy aquí- exclamó Lèo a su espalda mientras dejaba dos vasos en la mesa- éste es el tuyo.
Y señaló un batido de color azul-violeta con una espuma blanca que se asemejaba a la bruma del mar.
   -¿Azul? ¡Estás loco!
   -Es la especialidad de la casa, por lo que se llama batido de aguamarina.
   -¿De qué es?
   -¡Sorpresa!
   -Está bien, está bien. Confío en ti...
Sujetó su vaso con ambas manos y se lo llevó a la boca ansiosa.
Una avalancha de frescor con sabor a mora se apoderó de su paladar mientras un escalofrío le recorría todo el cuerpo a causa del contraste de temperatura entre su interior y el exterior.
   -¡Está delicioso! ¿De qué es?
   -Anda límpiate la boca- Lèo alargó un brazo y le limpió la espumita blanca de los labios, cosa que hizo que Martina volviese a estremecerse... Y ésta vez, no por el frío del batido- Es una receta secreta, sólo la jefa lo sabe, pero yo me inclino a pensar que además del evidente sabor a mora, también lleve una pizca de fresa y vainilla.
   -Mm, puede ser. Me encanta, ¿de qué es el tuyo?
   -De mango y piña, pruébalo si quieres.
Tras intercambiarlos, volvió a dar su valoración, esta vez no tan encantada.
   -Es refrescante, pero prefiero el mío.
   -Lo entiendo, a mí me gusta porque al beberlo cierro los ojos e involuntaria y automáticamente pienso que estoy en la piscina de un hotel cinco estrellas en Hawai.
   -¡Estás fatal! Por cierto, ¿quién era Carlotta?
   -Una de las hijas de la jefa. Se separó de su marido hace poco, y tienen custodia compartida. Él vive en Roma actualmente.
   -¿Te gustan los niños, no? Se te caía la baba con ella...
   -Con ella es algo especial, la conozco desde que nació y la adoro. Y en cuanto a los niños en general, ni me gustan, ni me dejan de gustar supongo.
   -¡Mentiroso!
Sorbieron por la pajilla divertidos y comenzaron a charlar entretenidamente hasta que surgió un tema inesperado.
   -¿Has hablado ya con tus padres?-preguntó Lèo.
   -¿Qué? ¿A qué viene eso ahora?
   -Sólo preguntaba- explicó girando unos grados su silla y colocándose de cara al mar.
Escucharon durante unos instantes el murmullo de las personas que jugaban en la playa y el sonido de los cánticos del mar.
   -Aún no lo he hecho...
   -No sé a qué esperas Martina.
   -Joder Lèo ¡no me agobies tú también!Aún no he podido encontrar el mejor momento para hacerlo.
   -Ahora lo es.
   -¡No! Los llamaré esta tarde mejor.
   -¿Quieres dejar de evitarlo?-interrumpió. ¡No eres una niña pequeña que cuando hace algo mal, se lo oculta a mamá! Tienes 18 años Martina, y debes afrontar tus problemas con la madurez característica de una mujer, no de una chiquilla por el amor de Dios.
La chica quedó a cuadros observándolo silenciosamente... Otra pausa más.
   -Está bien, voy a hacerlo.
Se levantó de la mesa decidida, abandonó la terraza y sacó su Nokia para teclear un número rápidamente, antes de arrepentirse de ello.
Pero entonces, una voz sonó al otro lado del auricular.
   -¿Martina, eres tú?
 
 

Capítulo 26

  -Hola mamá...
   -¡Martina cariño estás bien!- gritó sobrecogida- ¿Dónde estás? ¿Por qué no nos has cogido el teléfono antes? ¡No tienes ni la maldita idea de lo mal que lo hemos pasado tu padre y yo...!
   -Por favor mamá para- pausó- Te he llamado para decirte que me va todo bien, como pudiste leer en el correo electrónico que os envié hace unos días.
   -¡No nos ha llegado nada Martina!- su madre sollozaba al otro lado del teléfono- ¿dónde estás? ¿Cuándo vas a volver?
   -Mamá para por favor...
Nunca la había visto derramar una sola lágrima, y ahora, el sargento de alma de hierro y coraza imbatible las estaba derramando.
   -Tu padre llamó a la policía, pero ellos no podían hacer nada, Martina vuelve a casa...
   -Escucha...
   -¿Piensas decirnos dónde estás? Vamos a buscarte ahora mismo si es menester de verdad, sólo tienes que decirlo...
   -¡Mamá joder para de una puta vez!
La chica no aguantó más y se echó a llorar, se sentó en la arena y golpeó el suelo con la otra mano intentando con ello camuflar el fuerte dolor que sentía en el corazón.
Su madre guardó silencio al instante, sabiendo que si no lo hacía, volvería a perder a su hija por segunda vez.
-Estoy bien mamá de verdad, no podía más. Gonzalo me dejó, Aitana no me hablaba, vosotros no dejabais de discutir, la ansiedad podía conmigo y estaba hecha una mierda. No podéis entenderlo, ¡no quisisteis entenderlo! Y yo necesitaba huir, necesitaba salir de ahí mamá... - sus palabras le abrasaban la garganta poco a poco- siento haberos asustado tanto, no era mi intención ¡pero no aguantaba ni un minuto más ahí!
Yanet gimió, se apartó el móvil del oído y padeció en silencio su angustia y sus sospechas confirmadas. Había estado demasiado atareada en sus asuntos y lidias diarias con su marido, como para advertir que su hija mayor pasaba por una mala época... Tanto, que se había marchado de casa con la intención de no volver. Ella sólo quería que fuesen disciplinadas, serias en los momentos cruciales y divertidas en los adecuados, educadas en todo momento y por supuesto inteligentes... Quizás les esté exigiendo demasiado a sus hijas, quizás tengan razón y sea demasiado severa, aunque no era el momento de ponerse a reflexionar sobre la educación de sus niñas frente a esta situación tan cariacontecida como era la desaparición de Martina, voz que por cierto, sonaba en ese instante:
   -¿...mamá, estás? Mira esto me está costando mucho y si no pones de tu parte...
Respiró hondo, volvió a recolocarse el auricular mientras que con la otra mano recogía una de las lágrimas perdidas y se armó de valor para contestar.
   -Sí, sí que estoy. Por favor Martina ¡tú tampoco hagas esto más difícil de lo que ya es! ¡Tus hermanas, tu padre y yo hemos estado verdaderamente preocupados y tú ni te has dignado hasta ahora a llamarnos para tranquilizarnos, ¡eres una irresponsable! Así que mañana quiero verte de vuelta a casa...
La chica enfurecida al escuchar eso, sollozó sin emitir un mísero gemido y gritó al fin:
   -¡No insistas, veo que sigues sin entender nada!
Colgó el aparato sin despedirse, lo apagó sin más dilaciones y con una rabia intrínseca lo lanzó contra el suelo a la vez que se sentaba.
Yanet no había cambiado, seguía sin entenderla, sin preguntarle cómo se encontraba, si necesitaba hablar con alguien o si simplemente necesitaba una madre que la cuidase de verdad... Y ser consciente de ello le rasgaba las entrañas poco a poco.
¡Sólo quería una familia normal! Con sus roces, sus cenas todas las noches, charlas, excursiones... Y desde hacía tiempo, ya había olvidado lo que era vivir esos pequeños instantes.
   -Levanta Martina vamos.
Lèo recogió su móvil de la arena, apoyó la mano en su hombro y la incitó para que se incorporase.
   -Esto es una mierda, todo es una mierda ¿sabes?- contestó ésta.
   -Levántate, has gritado demasiado y están todos mirando...
   -¡Me da igual Lèo, me importa una mierda todo joder!
El chico sujetó las dos bebidas que traía con un brazo, y con el otro levantó en peso a la chica, que destrozada se negaba a hacerlo.
Cuando estuvo totalmente en pie, inesperadamente sintió un cálido abrazo que rodeó y confortó todas y cada una de las partes de su cuerpo. Lloró aún más, mientras que Lèo la sentía en su hombro sin rechistar.
   -Sólo quiero una vida normal Lèo, pido solamente eso...-musitó Martina separándose de él casi al instante.
Él le sujetó suavemente de la cara y con los dedos pulgares, apartó las lágrimas de sus mejillas. Ésta le miró con aflicción y agradecimiento e intentó sonreír para demostrárselo.
   -¿Qué ha pasado?
Juntos anduvieron unos segundos hasta la orilla de la playa, donde a la sombra de un bote se acomodaron. Martina le contó lo sucedido con su madre, cómo al principio dio señas de una mujer cambiada, sensible y preocupada y como al final, resurgió de sus cenizas la sargento insensible.
-Debes tener un poco más de paciencia, no tenías que haber colgado... La familia es lo más importante de este mundo cruel, porque ellos siempre estarán ahí y no podrán engañarte. Por cierto, querías saber cómo me hice la cicatriz, ¿no es así?
   -No hace falta que me lo cuentes si no quieres... Ayer intentaste eludir la pregunta.
   -Fue un accidente... Mis padres y yo viajábamos por primera vez al extranjero hace 5 años. Íbamos muy emocionados porque ellos habían trabajado a capa y espada por hacer esa escapada. Yo desde pequeño había querido ir a Londres, pero no pudimos permitírnoslo hasta que no ahorraron lo suficiente... Subimos al avión muy emocionados, yo tendría 13 años para entonces- su mirada se oscureció- nada más despegar, tuve que ir al cuarto de baño por lo nervioso que estaba... Mis padres se rieron de mi, me dijeron que tuviese mucho cuidado y que no me perdiese por el avión. Entré al aseo enfadado por su clara ironía, cuando noté un tambaleo. El avión estaba comenzando a subir, pero tras una serie de ruidos extraños se precipitó agudamente hacia abajo. Aún recuerdo los gritos, y el agobio que sentí al no poder abrir la puerta... Cuando por fin lo conseguí, salí raudo y observé entre la gente al principio del pasillo, a mis padres que supongo, me buscaban a mi. Entonces me vieron, leí en sus labios mi nombre ya que sus gritos se camuflaban tras la histeria colectiva. No recuerdo más-titubeó e hizo una pausa- varios días después me desperté en el hospital. Me explicaron que tras volar unos cuantos metros, el avión cayó en picado por causas que ahora mismo no son trascendentales... Todas las personas que se encontraban cerca de la cabina, murieron en el acto... Incluidos mis padres.
Le dio un largo trago al batido de mango y contempló con gesto de aflicción un solitario barco que cruzaba el horizonte.
   -Eso sí que es una mierda ¿sabes?-añadió- de ese día, lo único que me queda es el recuerdo, y ésta puta cicatriz. Sin embargo, tú aún tienes a tus padres. Puedes tocarlos, abrazarlos, discutir con ellos y estás aquí lamentándote por ello... -su tono de voz se endureció- no puedes ni imaginarte lo que daría yo por poder verlos una vez más.
Miró a Martina que se sujetaba las rodillas con las manos y le contemplaba con lágrimas en los ojos.
   -Lo-losiento- titubeó ésta sin saber que decir.
Los recuerdos terminaron de dispararse mientras que una brisa con sabor a mango-piña y mora, grosella, fresa, vainilla los envolvía entre abatimientos y melancolías.


Capítulo 27

Martina volvió a casa, subió silenciosa hasta su buardilla y se acostó en la cama... Tenía ganas de vomitar. Era repugnante, ella era repugnante. Con qué poca delicadeza había tratado el tema de los padres delante de Lèo sabiendo que los suyos habían muerto. Una mano invisible le empujó hacia el cuarto de baño aunque ella quiso resistirse. Cerró la puerta, y sus ojos parecieron tener un destello rojo, diabólico, una seña de que en esos instantes no era ella la dueña de su cuerpo, algo la controlaba sin su permiso.
Levantó la mirada y se observó en el espejo con un gesto de indiferencia para más tarde visualizar lentamente sus dedos. Los miró como si en ellos se encontrara la solución del enigma y problemas de su vida, ya que le gritaban insonoros que podían ayudarla.
Pero ella era fuerte, había aprendido a dominar su parte oscura que últimamente había estado muy presente en ella.
 
 
Roma, hace unas cuantas semanas, un chico de facciones infantiles esperaba nervioso a que llamaran a la puerta. Se repeinó el pelo frente al espejo y añadió un poco más de gomina mientras terminaba de recoger todos los botes de colonia que había sacado antes de su elección. Acabó por decantarse, evidentemente, por la que hacía siempre. No le gustaban los cambios y sinceramente, era muy tradicional ¿por qué motivo iba a renovar la colonia si le gustaba la que tenía?
Se dirigió a su habitación, consultó el reloj apresurado y confirmó que ya debería de estar ahí. Estiró la cama una vez más y se sentó al piano para hacer más amena la espera... Disfrutó una pieza de Mozart, una de Beethoven y por último una de Chopin que fue interrumpida por el sonido del timbre.
Se levantó corriendo y fue a abrir. Tras la puerta, estaba Martina, espléndida como siempre con una falda vaquera tableada, una camisa azul y unas sandalias con cuerdas que se ataban a los tobillos.
Intentó darle un beso, pero éste la agarró por un brazo y la hizo entrar apresuradamente.
   -¿Qué pasa?- preguntó perpleja
   -No quiero que te vean los vecinos... Podrían hablar con mi madre y decírselo.
   -¿Lo estás diciendo en serio?
   -No puedes llegar a imaginarte lo cotilla que es la anciana del dúplex 18.
   -Me refiero a que si tu madre no sabe que traes chicas a casa.
   -Es la primera vez que lo hago- respondió sonrojado.
   -No te creo... -la chica empujó la puerta y se entregó en sus brazos.
Le besó apasionadamente, lo que produjo un aumento del nerviosismo de Gonzalo.
   -Espera, espera...- añadió separándose- ¿quieres una coca-cola?
   -Te quiero a ti...
   -¡Martina! Bebamos algo primero...
   -Está bien, está bien. Un cubata para cada uno, ¿dónde está tu cuarto?
   -Subes la escalera y la segunda puerta a la derecha.
   -Guay, te espero ahí... ¡No tardes!- y le guiñó un ojo mientras se dirigía a las escaleras.
¡Cómo le gustaba esa chica! Al final debía darle la razón a sus amigos, y admitir que no entendía como había tenido la suerte de estar con semejante monumento.
Preparó los cubatas con temor de que sus padres se percataran de la falta de alcohol.
Inspiró profundamente, le dio un largo trago a la botella, y fue al encuentro de su novia al piso de arriba.
Para qué nos íbamos a engañar, estaba muy nervioso ya que en teoría su madre tardaría un par de horas en llegar y su padre estaba trabajando, pero su hermano mayor Carlo podía aparecer en cualquier momento.
Subió el último peldaño y entró a la habitación, donde Martina le esperaba contemplando toda su colección de Cd's de música clásica.
   -Cari, debo decirte que eres un muermo. Para tu próximo cumpleaños te regalaré un par más con música buena.
   -Son bonitos...
   -Ya claro, lo que tú digas. ¿Me dejas que ponga uno que traigo?
   -¿Las tías también lleváis discos en el bolso?
   -Sólo en ocasiones especiales....
Abrió la caja y colocó el CD en su disquetera, que al momento se cerró y comenzó a reproducir.
Era reguetton, música que él detestaba, pero no quería estropear la ocasión y quedar como un imbécil pionero delante de ella.
La chica dio un sorbo a su cubata y luego lo besó dulcemente, esos besos que a él le volvían loco.
Sus manos se adentraron por la camiseta y acariciaron su pecho... Ella parecía tener mucha experiencia en este tipo de situaciones, y él estaba histérico. Nunca se había acostado con nadie, quería esperar al momento ideal, al momento en que estuviese verdaderamente enamorado y compartir esa alegría con la otra persona.
Pero Martina le había insistido mucho. Cuando se enteró de que estaba solo en casa, quiso venir a pasar la tarde con él, que no pudo evitarlo.
Sin darse cuenta, la chica ya le había despojado de la parte de arriba y se encontraban tirados en la cama uno encima del otro besándose ardiéntemente.
Sí, una parte de su cuerpo le pedía seguir... Viajar bajo esa camisa que le pedía a gritos desabrocharla, pero otra parte le decía que parara, que esa música lo estaba volviendo loco, que la mujer que se enzarzaba con su cuello, de momento no era la adecuada. Quiso deshacerse de sus brazos incómodo, pero ella le sujetaba firmemente con su cuerpo.
Caía en la tentación, y no podía hacer nada para evitarlo... Al fin y al cabo, seguía siendo un hombre.
Entró en ese juego prohibido, en el cual sus manos intercambiaban caricias abrasadoras. Poco a poco se fue sumiendo en un sueño en el que sólo existían ellos dos. Perdón, ellos dos y su colchón. Martina le desabrochó los pantalones rápidamente. Estaban muy excitados... Al fin llegaba el momento, ese momento que siempre había imaginado con Aitana.
Aitana, ¿qué estaría haciendo en esos momentos? Entonces se la imaginó actuando igual que Martina, pero con otro hombre. De repente la música retumbó en sus oídos, mucho más fuerte,  intentó entender la letra que decía algo sobre sexo. Martina besaba su pecho, Aitaba besaba el pecho de ese chico sin rostro. Esos ojos azules gélidos subieron hacia él, y lo miraron a golpes y estruendos de reguetton La chica rió a carcajadas y se adentró en las sábanas con su acompañante. No podía verla, pero si escucharla a pesar de esa música atroz. Ambos reían...
Entonces, no pudo más. Se levantó de golpe tirando a Martina de la cama.
   -¿Qué pasa?- preguntó ésta asustada.
Llevaba varios botones de la camisa arrancados, y el pelo revuelto.
   -No puedo, vete por favor- contestó abrochando los pantalones rápidamente.
   -¿Qué dices?
   -Ya lo has oído, Martina vete...
   -No seas imbécil- ésta volvió a abalanzarse sobre él, besándole mucho más efusivamente que antes.
   -¿No me has oído?-jadeó separándose- no estoy preparado joder, vete.
Ésta le miró estupefacta. Era la primera vez que escuchaba eso de la boca de un chico... Y eso le hizo enfurecer.
   -¡Vete a la mierda!
Agarró su bolso, y salió como una centella de la habitación pegando un portazo a su paso.
Éste intentó retenerla, pero en vano.
Respiró profundamente y apagó el aparato de música que dejó de bramar al instante.
Todos los pensamientos sobre Aitana se borraron rápidamente. Ahora sólo importaba Martina, y acababa de rechazarle, ¿significaba eso que habían roto? Él sólo quería esperar un poco más, intentó hacérselo saber a ella pero no quiso escucharle
Ya estaría camino a su casa, y probablemente estuviese pensando en lo gilipollas e infantil que era... Con razón, no había sido capaz de hacerlo aunque esa chica le gustaba, y mucho... Volvió a tumbarse un poco más relajado, cerró los ojos y caviló acerca de lo que iba a significar ese altercado


Efectivamente, la chica llegaba a su casa en ese mismo instante.
La puerta de su casa corrió la misma suerte que la de la habitación de su novio y sin saludar a su padre que yacía en el sofá, fue directa al cuarto de baño.
Puso el pestillo, abrió el grifo de la ducha y se miró al espejo. Sus ojos brillaban de rabia, de impotencia, de venganza... Y un destello rojo y diabólico, los salpicó.
Se dirigió al váter, se sentó de rodillas en el suelo y tras observarse los dedos, tranquilamente los introdujo por su garganta. Las lágrimas comenzaron a bañarle el rostro, la tos la ahogaba y las arcadas le hacían estremecerse. Qué asco de vida. Una vez, dos, tres, y a la cuarta, cuando al fin se sintió más tranquila, se desnudó y se dio una ducha.
No volvería a verlo nunca más. Ella era Martina Colucci, y no sufría humillaciones como la que acababa de experimentar. Era mucho más fuerte que cualquier otro sentimiento.
 

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