Introducción:

Hola!

Bienvenido al blogg ''Prohibido Olvidarme''.
Su único objetivo, es que lo leáis, os divirtáis y me deis vuestra opinión sobre él.
Espero que os guste
Un beso y gracias

sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 22, 23, 24

Capítulo 22

   -¿Sabes que día es hoy?
   -¿Viernes?- contestó él.
Ambos se encontraban en una fiesta de una compañera de clase de Gonzalo Era un duplex de piedras grisáceas con multitud de ventanas con marcos blancos. Un muro con enredaderas rodeaba el jardín cubierto de césped y de adolescentes. Había una piscina, cercada por farolillos que la alumbraban tenuemente, acogiendo a varios individuos. La casa estaba cerrada por petición de los padres, que conocían la existencia de la fiesta aun estando de viaje en Grecia.
Había mesas repletas de botellas y de comida... Los cuerpos de los chicos rugían con ansia de beberse la noche y gritar a los cuatro vientos que el mundo es de ellos. Bailaban al son de la música sin importar lo que pensaran los demás...
Martina y Gonzalo se encontraban sentados en una hamaca de madera compartiendo un vodzka rojo.
   -Imbécil, sé que es viernes. Pero me refiero, a que hace dos semanas que salimos juntos.
   -Pues... no te he comprado nada- contestó sonrojándose el chico- no se me suelen quedar las fechas.
   -No quiero que me compres nada... Pero pensé que podíamos hacer algo especial.
   -¿Cómo qué?
Ella sonrió pícara y comenzó a besarle. Que linda era, pero que poco precavida... Respondió al beso pero se apartó raudo cuando notó su mano rozando la piel del pecho.
   -¿Qué pasa?- preguntó ella molesta.
   -Te he dicho mil veces que delante de gente no-contestó colocándose la camiseta.
   -Vamos, no seas tonto- se acercó a él, pero se levantó de la hamaca antes de que pudiera hacer nada.
   -Para Martina.
   -¿Pero qué más te da? Están todos bailando y no se enteran de nada- sentenció siguiendo su ejemplo y abandonando la hamaca también con copa en mano.
Volvió a besarle, y él, rendido a sus encantos, no pudo evitarlo hasta segundos más tarde...
   -Voy a por otra copa.
Se separaron bruscamente y prácticamente, Gonzalo salió corriendo hacia donde los demás despachaban la fiesta.
Tenía la mente nublada, había bebido más de la cuenta y Martina no cesaba de ponerle nervioso.
Necesitaba relacionarse con más personas que no fuese ella... Justo entonces, una mano se posó en su hombro.
   -¿Se puede saber dónde has estado escondido estas últimas semanas?
Se giró y vio a su compañera de laboratorio de química durante el último curso. Era realmente guapa y tenía novio desde que la conocía. Un tal Marco, ventitantos años y un mercedes que la recogía todos los días de clase. Eleonora tenía el pelo negro como el carbón, y rizado con un volumen que envidiaban la mayoría de chicas. Ojos castaños maquillados con pinceladas azules, y unos labios preciosos. Era muy alta y esbelta,  con unas piernas extremadamente largas, pero tenía la voz muy infantil. Todos se metían con ella a causa de aquella agudez, pero a él le encantaba. Le daba un toque divertido.
Llevaba unos tacones verdes que se perdían entre el césped, unos vaqueros pitillos y una sencilla blusa blanca.
   -¡Ele! ¿Cómo estás?- contestó Gonzalo alegremente.
Se saludaron con dos besos bajo la atenta mirada de Martina, que supervisaba la escena desde la hamaca con lo que quedaba de vodzka en la mano.
   -¡Genial! Aunque sorprendida de verte aquí. No sueles frecuentar nuestras fiestas.
Éste sonrió tímido.
   -Mi novia quería venir para conocer a los compañeros del instituto.
   -Ah, pues no me ha parecido ver por aquí a Aitana.
Un jarro de agua fría sobre él... Su mirada se oscureció mientras abría la botella de Ron Barceló.
   -Martina. Mi novia se llama Martina.
   -Ah pensé que seguirías con ella, disculpa- pareció realmente arrepentida- bueno, cambiemos de tema, ¿algún plan para el verano?
   -En realidad no... Mi hermano quiere que vaya a trabajar con él a la oficina, pero aún me lo estoy pensando. Sinceramente, no es que sea un buen plan, pero no encuentro nada mejor. ¿Y tú?
   -Pues Marco quiere que pasemos el mes de julio en su casa en la playa de Ibiza... Me apetece bastante y la casa es preciosa, mira tengo fotos- rebuscó en su bolso de piel verde, y sacó un iPhone mientras que se acercaba a Gonzalo para que pudiese contemplarlo mejor- mira, está justo al borde de la playa- señaló la pantalla y el chico observó una preciosa casita color añil con unos jardines repletos de árboles y flores que daban sombra a sus pies a una cala desierta bañada por aguas cristalinas. La foto parecía estar hecha desde el agua, desde un barco quizás.
Ambos estaban muy juntos, y ella pasaba las fotos muy dicharachera...
   -Mi madre se opone rotundamente, pero no me importa. ¡Iré quiera ella o no!
Ambos rieron y Martina se removió incómoda en su asiento a causa de las mirada que se intercambiaban los dos jóvenes. No era su estilo comportarse como una niña celosa, pero aún desde ahí se podía observar el tonteo que tenían... ¡Incluso seguro que Gonzalo no había mencionado que tenía novia!
   -Habla con ella más detenidamente, explícale que no tiene por qué preocuparse.
   -¿Crees que no lo he intentado? ¡Llevo con Marco más de 2 años, y sigue sin aprobar nuestra relación! Es la historia de siempre...
   -Bueno, como te he dicho normalmente, tiempo al tiempo.
   -Es una histérica. ¿Sabes lo que hizo el otro día?- su fina voz se agudizó un poco más al pronunciar la palabra ''día'' cosa que hizo sonreír a Gonzalo
   -Sorpréndeme.
   -Estábamos en el cumpleaños de mi hermano, Marco y yo nos estábamos besando hasta que mi madre nos interrumpió, se puso entre nosotros y con todo su morro  le invitó a dejarnos solas- Eleonor enarcó las cejas consternada completamente- se acercó a mí, y se puso a la altura de mi oído para susurrarme...
La chica había estado reproduciendo la escena, así que se encontraba rodeando la cintura del chico para mantener el equilibrio mientras se ponía de puntillas para poder alcanzar el oído del chico, que la sujetaba con un brazo... Realmente, podía tergiversarse la escena haciendo de ella lo que no era. Cosa que practicó Martina que había seguido detenidamente todos y cada uno de sus movimientos.
Se levantó hecha una furia. Sus ojos destellaban odio y sus andares prominentes hicieron que todos se apartaran a su paso hasta llegar a donde estaba él y la chica de piernas quilométricas.
Le dio un empujón a Eleonora, que no pudo evitar caerse bajo la mirada atónita de l otro joven.
   -¡No te vuelvas a acercar a él, puta!- le gritó exaltada.
 
 

Capítulo 23

   -¿Pero qué estás diciendo, loca?- la otra chica intentó levantarse, pero uno de los tacones se le había resbalado durante la embestida.. Gonzalo, cuando al fin pudo reaccionar, corrió a ayudarla.
   -Martina, ¿qué coño haces?- gritó agachándose y acercándole su zapato.
A su alrededor se había formado un corro de jóvenes curiosos que gritaban la palabra ''pelea'' de maneras retante y tentadora.
   -¿Que qué coño hago? ¿Observo y como palomitas mientras se te tira al cuello la zorra ésta?
Eleonora, atónita, contemplaba desde el suelo como el chico se levantaba, cogía de un brazo a su novia y le gritaba delante de todos
   -¡Vámonos...!
   -¡Suéltame! ¡Se le van a quitar a ésta las ganas de susarrar al oído!
Quiso abalanzarse sobre Eleonora, que se tapó la cabeza con los brazos, pero Gonzalo la sujetó firmemente y la agarró también de la otra mano mientras la empujaba hacia la puerta de salida a la calle.
Forcejeaba para deshacerse de él y volver a la carga, pero al ver que el chico era más fuerte que ella, se limitó a volver la cabeza unas cuentas veces y soltar varios improperios dirigidos a la chica a la que ayudaban varias personas a levantarse.
Martina solo tenía en la cabeza una imagen. Esa imagen grabada en su memoria a fuego lento... Gonzalo tiraba de ella hacia el coche, aparcado justo en la acera de enfrente.
   -Suéltame, me haces daño.
Pero hasta que no hubo entrado en el coche, no soltó su mano...
Se sentó frente al volante, y con la mirada hacia el frente, suspiró como cuan nadie quiere la cosa. Cierto era que nunca había tenido que enfrentarse a ese tipo de situaciones, ya que solía evitar esos tumultos y por supuesto, esas fiestas a las que todos acudían. Siempre les había parecido una pérdida de tiempo y sólo hacía gala de su presencia cuando alguien se lo pedía por favor, como en este caso.
   -¿Por qué has hecho eso?-preguntó despacio.
Martina tardó tiempo en contestar, parecía estar más relajada, aunque las lágrimas brotaban de sus ojos sin control alguno para emborronar su maquillaje que húmedo se escurría entre los riachuelos de sus mejillas sofocadas.
   -¿No viste de qué manera se te insinuaba?- gritó
El chico, con la mirada aún fija en el coche de alante, cerró los ojos por un instante y apretó el cuero del volante suavemente...
   -Es sólo una amiga. Simplemente- pausa- hablábamos- otra pausa- de como su madre le susurró al oído que no pensaba pagarle los preservativos para cuando los usase con su novio de veintitrés años...
Silencio. Dos lágrimas paralizadas. Silencio. Una niña avergonzada. Un hombre decepcionado. Silencio. El ruido del motor de un ford focus negro que arranca y se aleja. Ya no hay silencio.
Unos minutos después, Martina se limpió el rostro con un pañuelo y respiró lentamente.
   -Lo siento...
   -Eso espero- sentenció Gonzalo.
   -No deberías conducir, has bebido demasiado.
   -¿Y cómo pretendes volver a casa?- contestó éste aún algo irritado
   -Podía haber cogido un taxi...
   -Ya claro, para que te entre una pataleta como ésta y le agredas al taxista.
   -¡Bueno ya vale! ¡Te he pedido disculpas joder!
Ésta le miró enfurecida por lo que había subido el tono de voz.
   -¡Martina no me grites!- bramó el chico girándose hacia ella.
  -¡M ira la carretera y detén el coche, quiero bajarme!
   -¿Quieres bajarte? ¿Ahora quieres bajarte?
   -¡Estás borracho!- lloriqueó
   -Tú también lo estás!
Entonces sucedió... Un alfa romeo blanco apareció de repente desde un callejón horizontal a una velocidad vertiginosa que no pudo disminuir al ver el ford que venía hacia él...
Un agudo frenazo rasgó la tranquilidad de la calle... No les dio tiempo a reaccionar y se produjo el estruendo.
Cuando Martina abrió los ojos, se encontraba tumbada en una camilla y una sirena estridente le retumbaba en los oídos incrementando su dolor de cabeza. Una de sus manos era sujetada por otra que reconoció al instante...
   -Gon-gonzalo- tartamudeó e intentó incorporarse.
   -¡Martina estás bien! Lo siento, lo siento, lo siento muchísimo
Éste la abrazó y la ayudó a sentarse. Llevaba puntos en una ceja, pero por lo demás, parecía ileso.
Una enfermera de la ambulancia le explicó que un conductor borracho se saltó un semáforo y se los llevó por delante, pero que afortunadamente no habían resultado dañados. Ella parecía tener un traumatismo craneoencefálico leve por lo que había perdido el conocimiento durante unos minutos, y él se había cortado por encima del ojo con un cristal que saltó de la ventana en el impacto de la colisión.
Testigos del siniestro corroboraron esa versión, por lo que afortunadamente no hizo falta investigar más...
Al llegar al hospital, fueron sometidos a unas cuantas pruebas para certificar que no sufrían cualquier otra lesión interna y poco después, lo abandonaron aprisa
para llamar a sus padres, ya tranquilos, que vendrían a buscarlos minutos más tarde.
Ambos entraron en una cafetería de una gasolinera próxima. Solamente había dos hombres robustos con camisas a cuadros, uno de ellos abierta y dejando descubrir la camisa interior blanca, seguramente camioneros, compartiendo un plato de patatas fritas algo grasientas. Sentada en otra mesa, había una chica de unos 16 años, vestida completamente de negro. Llevaba una camiseta de encaje a juego con unos guantes iguales a excepción de una puntilla en el borde y unos pantalones vaqueros del mismo tono. El pelo, le llegaba hasta la cintura aunque lo llevaba perfectamente peinado. Tenía un piercing en la nariz y estaba totalmente sumida en un libro... ¿El fabuloso destino de Amélie Poulain? Sí, era ese. Irónico... Quizás encajaba mejor en su perfil como persona, libros de vampiros, o de asesinatos, pero quién sabe. Detrás de cada persona hay un mundo sorprendente por descubrir...
Pidieron en la barra un bombón y un descafeinado y se sentaron en la mesa más alejada.
Aún no habían intercambiado ninguna palabra... Gonzalo seguía blanco como el mármol.
Cogió de la mano a Martina y la besó.
   -Lo siento muchísimo. Tenías razón, no debía haber cogido el coche joder, podía haberte matado y no me lo hubiese perdonado en la vida...
   -Tranquilo, tranquilo. También fue mi culpa, no debí ponerte tan nervioso- apretó su mano suavemente- además, si no hubiese montado ese cirio en casa de tu amiga, no teníamos que habernos ido y tu coche aún seguiría de una pieza
El chico sonrió conciliador.
   -Soy un irresponsable. Nunca había conducido bebido te lo prometo-añadió realmente arrepentido- espero que me perdonas algún día, lo siento de veras.
   -Cosas peores he hecho yo, además tampoco habías bebido tanto. Perdona por haberte llamado borracho.
La camarera, una mujer cuarentona de pelo corto y pelirrojo depositó los dos cafés en la mesa y se alejó contoneándose exageradamente.
Los chicos rieron ante tal movimiento.
   -¿Sabes qué?- preguntó Martina- nunca había pedido perdón tantas veces.
   -Siempre tiene que haber una primera vez para todo- y volvieron a reír.
 
 

Capítulo 24

Fiorilla. A medio día...
Martina caminaba entretenida hacia la playa, concretamente al bar Aguamarina. Anteriormente, había planchado un par de cosas para Anne y había pasado la fregona por la entrada de la casa.
Se había explayado casi a la perfección con ella, es decir, le había contado lo ocurrido con Gonzalo aunque había evitado detalles particulares como el del accidente de coche.
Se paró a pensar en lo ocurrido en la fiesta mientras que descendía por las escaleras de piedra.
Recordaba perfectamente como había llamado puta a aquella chica por haber querido ligarse a Gonzalo, cuando en realidad lo único que hacía era compartir con él una anécdota sobre sus padres.
Es más, ahora que recapacitaba en frío... Ella había roto muchas parejas. Y en especial, la de su mejor amiga Aitana. Joder. ¿Se habrían sentido las demás chicas como ella misma se sintió esa noche? Incluso peor, seguro. ¿Por qué no se habría dado cuenta de esto antes? Joder.
Era una puñetera guarra. Le había quitado el novio a su mejor amiga e incluso le había besado en sus narices, y ni siquiera se había arrepentido ni sentido una pizca de remordimiento...
Cuando sus pies tocaron la arena, en vez de dirigirse hacia la zona de bares, emprendió camino hacia el acantilado... Donde las olas rompían no muy enfurecidas contra las rocas, al igual que el primer día que las había visitado.
Corrió, corrió queriendo dejar los lamentos atrás... Todos esos pensamientos que la perturbaban, ¿dónde estaba la Martina fuerte que había sido siempre? ¿la Martina que nunca lloraba?
Se sentó en una piedra cilíndrica y elevada donde las olas no llegaban, pero no por ello dejaba de estar húmeda a causa de las gotitas de agua que sí alcanzaban la cúspide de ésta. Se rodeó fuertemente las rodillas con los brazos y gritó... Pero el sonido de su voz, fue camuflado tras el rumor del mar y los aparentes cánticos de sirenas.
Sólo quería ser normal, y para ello debía poner en orden su vida.
Inspiró profundamente, y después soltó el aire por la boca lentamente. Sí, estaba más tranquila. A ver ¿cuántas parejas había roto ella? Si estaba segura, primero fue Zac el campeón de natación de su instituto, salía con aquella mulata de ojos verdes que ni siquiera hablaba del todo el italiano, luego fue Filippo Barchiesi, aquel tan grandote como bobalicón, llevaba un par de meses con su novia cuando Martina se cruzó en su camino. También estaba Romeo, un verdadero empollón que salía con una chica bastante desagradable a la vista, pero que le proporcionaba unos apuntes de filosofía excepcionales. Y por último, fue Gonzalo... Que salía con la chica mas maravillosa del mundo.
Vale, cuatro veces, cuatro parejas rotas y cuatro corazones destrozados. Y en realidad sólo había tenido necesidad de hacerlo en el último caso, cuando sintió un deseo irrefrenable por ese chico de facciones infantiles. Los demás, simplemente le llamaba la atención, o como ella los llamaba: ''caprichos''.
Efectivamente, era una caprichosa, una caprichosa y una egoísta de dos pares de narices.
¿Y cómo no se había percatado antes de todo eso? ¿O se había dado cuenta y había hecho caso omiso? Un poco de ambas tal vez... Pero eso iba a cambiar.
Se levantó aún entristecida, se frotó los ojos y caminó sobre las rocas evitando el agua para llegar a la orilla, donde se recogió la melena rubia oscura en una coleta alta y emprendió destino el bar de su amigo justo al otro lado de la playa.
Era una caseta, de madera con un gran ventanal, lo suficientemente espaciosa como para albergar unas treinta personas, sin contar el espacio que ocupaba la barra. Poseía varias mesas tanto en su interior como en sus exterior, la mayoría ocupadas. Había sombrillas de mimbre que resguardaban a los clientes del sol y mantenían una temperatura soportable.
De momento no había visto a Lèo por ningún lado, ¿seguiría enfadado por la pregunta de ayer? No lo había hecho con mala intención, pero de todas maneras le pediría disculpas.
Se asomó a la parte de atrás, donde normalmente están los camiones de carga y descarga y efectivamente, ahí estaba él dándole la espalda (y qué espalda), sin camiseta dejando a relucir su torso moldeado y tostado a causa del trabajo y del sol, unos pantalones cortos de color beige y un gracioso gorro de paja.
Transportaba una caja de ¿melones? Sí, melones. Y realmente parecía pesada.
Se acercó a él sigilosamente por atrás, y cuando estuvo próxima, cuidando de que su sombra no la traicionara, le dio una palmadita en el hombro y dijo emocionada:
   -¡¡Bu!!
El chico dio tal brinco, que la caja de melones se le desprendió y se cayó al suelo en una milésima de segundo, desperdigando toda la fruta por la tierra. Al estar en cuesta varios de los melones rodaron hacia abajo.
   -¡JODER MARTINA QUÉ SUSTO!
El chico se puso una mano en el corazón, y se agachó para recoger los varios melones del suelo y devolverlos a su caja.
   -Lo siento- se disculpó arrepentida- voy tras ellos espera.
La chica corrió hacia los 3 melones que descendían rápidamente la montaña de arena.
   -¡Déjalo, ya voy yo!
Lèo la imitó agarrando el sombrero para que no se le escapase con el viento.
Martina había conseguido capturar uno de ellos, pero los otros dos, seguían rodando impasibles con destino el mar si antes no chocaban contra algún desafortunado que tomaba el sol a esas horas.
   -¡Lo tengo, lo tengo...!
   -¡Martina espera!
Pero entonces, Lèo dio un traspié e impotente, corrió la misma suerte que los melones. Se precipitó al suelo y comenzó a descender colina abajo sin dar tiempo a la chica para reaccionar, llevándosela por delante poco después. Ambos rodaron los pocos metros que quedaban y acabaron tendidos, mareados y frotándose zonas doloridas allí donde se habían clavado alguna que otra piedra.
   -¡Mira lo que has hecho!- le espetó ella- ¡estaba a punto de alcanzarlos!
   -Lo siento, me he tropezado ¿vale? ¡Si no me hubieras asustado de esa manera...!
   -Era una broma mañanera, ¡qué poco sentido del humor! Por cierto, ¿dónde están...?
Tarde. Los melones yacían entre la espuma de la orilla y el oleaje los atraía hacia el interior.
   -Creo que eso no va a poder recuperarse-repuso Martina abochornada.
   -No, yo creo que tampoco... ¿Cómo le explico yo ésto al jefe?
Ambos se acercaron a la escalinata, y comenzaron a subir.
   -Es simple; decimos que aquí llegaron ese número de melones, en todo caso podemos culpar al de transporte o no sé.
Lèo sonrió y sacudió el sombrero que posteriormente se puso.
   -Eres mala.
   -Mi propósito es no serlo
   -Pues no lo estás consiguiendo- sentenció peinándose los cabellos aturullados con las yemas de los dedos.

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