Introducción:

Hola!

Bienvenido al blogg ''Prohibido Olvidarme''.
Su único objetivo, es que lo leáis, os divirtáis y me deis vuestra opinión sobre él.
Espero que os guste
Un beso y gracias

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 10, 11, 12

Capítulo 10

Entonces, dos de ellos se detuvieron al escuchar tal ristra de barbaridades y se quedaron observándola divertidos aunque a la vez maravillados por el atractivo de la chica.
Uno de ellos sonrió y se acercó a ella apresurado.
   -¡Ey, tranquila, tranquila! ¡Solo te has mojado!- y rió un poco más.
   -¿Mojado? ¡Me habéis empapado! ¡Detesto que me salpiquen!
   -Está bien, está bien. Disculpa- y le tendió la mano- me llamo Paolo.
Ésta se la tendió y le sonrió algo más calmada.
   -Martina.
Tenía el pelo oscuro por los hombros, ojos negros como el carbón, y un torso demasiado definido evidentemente a causa de proteínas.
Se conocía perfectamente los distintos moldeados de cuerpos, y ese estaba claro, no era de gimnasio.
   -¿Nos hemos visto alguna vez?
La típica frase de un tío que no tiene más salidas para intentar hablar con una chica.
   -La verdad es que no me suena tu cara para nada...
   -¿Eres de aquí?
   -No. Vivo en Roma, pero pasaré aquí unas semanas.
   -Así que turista... ¿Conoces los alrededores?
   -No, pero... ¿Acaso es esto un interrogatorio, Paolo?-preguntó sutilmente la muchacha al ver como iba de encaminado éste.
   -¡Para nada! Solo intento ser cortés... Así que es mi deber, como anfitrión, enseñarte ésto. No vivo en la aldea exactamente, sino en un chalet con mis padres a las afueras, pero creo que me conozco Fiorilla y sus secretos como la palma de mi mano. ¿Aceptarías una visita guiada?
Vaya... Si al final iba a resultar que había chicos agradables y simpáticos.
   -¡Claro!-aceptó sin más preámbulos- ¿cuándo te vendría bien?
   -¿Paso a buscarte esta tarde a las seis?
   -Te esperaré en el parque.
   -¡¡ Ey Paolo !! -gritó en la distancia una de las chicas que integraba el grupo de jóvenes ñúes - ¡¿vienes, o no?!
   -¡¡Un momento Teressa, ya voy!!
   -Tus amigos te reclaman.
   -Eso parece... Entonces, ¿nos vemos esta tarde a las seis?
   -Claro.
Paolo besó la mejilla húmeda de la chica y se marchó atiborrado de satisfacción al haber conseguido su objetivo.
Martina se capuzó con una leve sonrisa traviesa en la cara, quizás no le viniese mal un poco de diversión...
Salió del agua, recogió sus cosas y volvió a casa de Anne rauda como el viento. Ahora que lo pensaba, no tenía nada que ponerse para su cita, así que de camino, paró en una tienda de ropa donde compró un top algo escotado, blanco con florecitas naranjas y amarillas, para ponerse con los vaqueros.
El chico apenas le gustaba. Parecía un muñeco michelín, pero por lo menos la mantendría ocupada.

La casa seguía vacía, así que pensó en darle una sorpresa a la anciana, y esperarla con la comida hecha. Hace un par de años, su madre la apuntó a un curso de cocina donde aprendió a hornear pescado, hacer verdura caramelizada, raviolis y platos de risotti, o cumúnmente llamado arroz.
Llegó el momento de poner en práctica, cursos tan inútiles como aquel.
Buscó todos los ingredientes necesarios, y preparó en escasos 45 minutos una olla de ''risotto alla milanesa''.
Subió a la buhardilla y se probó su top nuevo.
Le sentaba bien. No era nada espectacular, pero lo suficiente para llamar la atención de Paolo.
Aunque, ¿era aquello lo que verdaderamente quería?


Martina se encontraba acostada en su cama viendo un álbum de fotos, dos días después del altercado en el BigBombón...El álbum de fotos con la tapa lila y rosa, en la que Aitana y ella colocaban sus fotos más divertidas y extravagantes.
El volumen de la música estaba excesivamente fuerte, pero eso la tranquilizaba. Le hacía pensar que estaba aislada del mundo en el suyo propio.
La echaba de menos, y había estado a punto de llamarla un par de veces para arreglarlo todo. Le costaba mucho tragarse su orgullo, pero ahora, éste le importaba poco...
Cogió el móvil de nuevo. Pero esta vez estaba decidida. Empezó a marcar su número, cuando entonces, recibió una llamada entrante.
   -¿Sí?-preguntó fastidiada por la interrupción.
   -Hola Martina, soy Gonzalo. ¿Podemos hablar?
A la chica le dio un vuelco el corazón. Se levantó de la cama de un salto, y apagó el reproductor de música, mientras que se colocaba el pelo en su sitio y se quitaba la bata de estar por casa, como si Gonzalo estuviese ahí mismo en vez de al otro lado de la línea.
   -Ho-hola- tartamudeó- ¿Qué quieres?
   -Siento llamarte tan tarde, pero no podía dormir... ¿Estabas despierta?
   -Sí, tranquilo... Tan solo son las doce.
   -Ya bueno, eh...- suspiró- Martina, tenemos que hablar, ¿crees que es correcto dejar un vacío entre nosotros como si nada de ésto hubiera pasado? No somos niños pequeños, tenemos que afrontar las cosas tal y como son... Tú saliste corriendo dejando atrás la realidad, y yo me he estado escondiendo de ella en juegos de la xbox... ¡Tenemos 18 años joder! ¿Qué ha pasado para que lleguemos a este extremo tan surrealista?
   -Gonzalo...
   -No, espera... Déjame acabar. Quizás lo que dijiste en la cafetería fuese algo exagerado, es imposible que te enamores de mí de la noche a la mañana, así sin más, sin conocernos... Puede ser que te haya hecho sentir algo- hizo una pausa- al igual que tú me has hecho sentirlo a mí.
Martina enmudeció.
   -No sé que me está pasando... Yo soy un chico tímido, nunca me habría atrevido a hacer lo que estoy haciendo. Pero mírame. Aquí estoy pasando vergüenza como un niño de doce años, sonrojándome al decir lo que siento. Martina, no sé que me has hecho. Pero has dejado una huella en mí que he intentado borrar durante este par de días, en vano. Porque he pensado demasiado en Aitana, pero también lo he hecho en ti...
Silencio.
Un, esta vez cómodo, silencio.
   -¿No vas a decir nada?-preguntó Gonzalo.


Capítulo 11

   -¿Puedes venir?
   -¿Ahora? ¿A tu casa?
   -Sí... Daremos un paseo y hablaremos más calmados. ¿Qué te parece?
Gonzalo dudó, pero ya se había lanzado a la piscina y no podía echarse atrás.
   -Pues... En 15 minutos estaré ahí.
Colgaron a la vez el teléfono, y Martina se sentó en el borde de la cama... Dudosa, perpleja, confusa.
Ella dio por infalible el plan para hacer huella en él, pero desde la incómoda situación del BigBombón, no estaba segura de nada.
Abrió el armario, sacó unos pantalones blancos de pitillo, una camiseta verde hierba palabra de honor, y se recogió la larga melena rubia ceniza en una coleta de caballo.
No quería parecer que se había arreglado para Gonzalo ni nada por el estilo, sino que había cogido lo primero que pilló de entre su ropa, pues no debía mostrar lo prendada que estaba de él.
Se volvió a sentar en la cama, suspiró... Y entonces, recordó el preciso instante en el que le hizo aquella inesperada declaración y junto a ella, la cara con la que le miró el chico después.
¿De qué manera iba a bajar ahora y a hablar con él como si no hubiese pasado nada?
Le entró el pánico, el miedo, el temor... La ansiedad.
Debía tranquilizarse, si no quería mandar de nuevo las cosas al traste.
Abrió sigilosamente su puerta, con cuidado de que no chirriara y despertase a sus padres y avanzó de puntillas hasta el cuarto de baño, donde se encerró y repitió lo que en esas fechas, ya llegaba a ser monótono.
Se arrodilló ante el váter, echó la cena y con ella, los nervios.
Minutos después se lavó los dientes, enjuagó las manos, una de ellas con los nudillos colorados, y limpió la cara, por la que en cuyos ojos corrían lágrimas de esfuerzo. Respiró honda y profundamente y ahora sí. Ahora si que estaba preparada para enfrentarse de nuevo a él.
Regresó a su habitación para ponerse un poco de brillo de labios (el cual guardó en el bolsillo derecho junto a un chicle y un preservativo como siempre) y salió por el balcón como tantas veces.
El Ford Focus negro ya la esperaba en la puerta de casa.
Entonces, un Gonzalo temeroso, bajó de él con ese semblante suyo que tanto le gustaba a Martina.
Vaqueros, y una cazadora de cuero negra. Le encantaba que sus chicos vistieran bien.
Ninguno de los anteriores novios con los que había estado, había combinado jamás una camisa de rayas con una corbata de flores, o unos pantalones de cuadros con una camiseta de lunares.
Ambos se acercaron llenos de dudas, que se fusionaron al saludarse con un par de besos en la mejilla.
Ninguno quería hablar primero, los dos preferían que el otro rompiese el hielo.
Fue Gonzalo el que intentó tomar las riendas de la conversación.
   -Hace buena noche hoy, ¿verdad?
Mierda.¿Otra vez el tiempo? ¿La había llamado y después había venido a verla expresamente para hablarle del tiempo?
Pero Martina pareció devolverle el favor con un:
   -La verdad es que si.
Ambos sonrieron en la oscuridad reviviendo aquel momento en el coche.
Caminaron hasta un banco del jardín y se sentaron uno al lado del otro pero dirigiendo su mirada hacia el frente, evitando a toda cosa que se cruzaran.
La noche era cálida, pero nada bochornosa. Las estrellas no se veían a simple vista a causa de la luz y de la contaminación de la ciudad, pero la luna los saludaba llena y blanca desde el oscuro firmamento.
   -¿Estás enfadado?- le preguntó de repente Martina.
   -¿Qué? ¡Claro que no! ¿Por qué iba a estarlo? ¿Acaso es algo malo lo que pasó en la cafetería?- dijo el chico mientras pensaba en la confesión que le había hecho.
   -Me refiero a Aitana- aclaró sorprendida.
Joder. ¡Se le había olvidado completamente que había sido ella la causante de la ruptura con la chica más maravillosa del mundo!
Gonzalo palideció en silencio...
   -Eh, creo que si estuviese enfadado, no estaría hablando contigo. Pero por favor, no quiero hablar de ella. Hablemos de nosotros.
Se fue creciendo ante las indirectas respuestas del chico. Poco a poco sentía que ganaba terreno, y que la Martina de siempre, volvía por momentos. La Martina inteligente y con un muro ante los sentimientos. Éstos ya le habían jugado una mala pasada, pero no se iba a volver a repetir. No iba a dejar que éstos se apoderaran de sus palabras ni una vez más. Volvía a ser la Martina dura y sibilina con una barrera inquebrantable.
   -Te pido disculpas una vez más. Y ahora sí, hablemos sobre nosotros.. ¿Por qué decidiste llamarme?
   -Es algo complicado... La primera impresión que me diste fue muy indecente. Pensé que eras solamente una de esas chicas que desgraciadamente abundan tanto en la sociedad hoy en día, las cuales viven por y para calentar a un tío, sin pensar en las consecuencias... Pero cuando decidí darte una segunda oportunidad y fuimos al BigBombón comprobé que eras una chica normal, que no tienes miedo a mostrar tus sentimientos y que eras más que una minifalda y un escote provocativo.
No sabía como lo hacía, pero éste chico siempre la dejaba atónita, sin palabras, con su táctica hecha trozos y dándole la vuelta a todo.
   -Eh... Sí, así soy yo-mintió descaradamente- me gusta mostrarme como soy, hacer saber lo que siento en cada momento y no temo a mis sentimientos como muchas otras personas. Puede ser que a veces de la impresión equivocada, admito que me gusta mucho arreglarme y que me gusta sentirme muy femenina... Y cuando eso lo junto con la bebida, como lo que pasó en la fiesta, se forma una bomba explosiva que oculta como soy y enseña la peor parte de mi. Siento que hayas tenido que verla.
   -No te preocupes- dijo un poco más suelto Gonzalo- todos tenemos una parte oscura que se esconde y sale en el momento menos apropiado.
Y se giró para observarla.
De veras era muy guapa. Se notaba que iba sin maquillar a diferencia de las otras veces, pero aún así, su cara era preciosa.
Ella también le estaba mirando, y cuando sus miradas se encontraron inocentes, el chico se ruborizó mientras que Martina fingía una timidez poco propia de ella al desviar la suya.
Silencio.
   -¿Para qué has venido, Gonzalo?
Se arriesgó demasiado al preguntar eso, pero llevaba toda la noche con la misma curiosidad en la cabeza. Creía intuir la respuesta, pero aún así, debía estar segura.
Éste volvió a encontrarse irresoluto, lo que hizo notar a Martina que era un chico muy cohibido e inseguro.
   -La verdad es que no lo sé. No sé por qué motivo estoy aquí, ni sé tampoco qué quiero hacer. Aitana era lo mejor que me ha pasado en la vida, era la alegría que me hacía despertar cada mañana, la única capaz de sacarme una sonrisa mientras lloraba... Ppero has llegado tú y me la has puesto todo patas arriba. No sé si te quiero, si te detesto, si quiero olvidar, si no. No sé absolutamente nada... ¿Y tú?
Martina de nuevo, se había quedado de piedra... Piel de gallina, un escalofrío y un muro en su interior esquebrajado otra vez.
   -Gonzalo... Yo si tengo claro por qué estoy aquí. Simplemente, porque te quiero y necesito que te aclares de una vez por todas. Si pudiera hacer algo para ayudarte, créeme que lo haría...
Martina acarició el suave y cálido rostro del chico mientras que él asentía con la mirada. Ambos se acercaron lentamente, se miraron tímidamente a los ojos, y bajo la atenta mirada de la noble luna, se besaron dulcemente como si nada de lo anterior hubiera pasado. Como si ese fuera su primer beso y como si una fuerza invulnerable los quisiera ligar para toda la vida.
Gonzalo pasó su brazo alrededor de la fina cintura de la chica a la vez que ésta acariciaba el pelo de él.
Y sus sospechas se confirmaron... Era una niña dulce, cariñosa y sentimental que no parecía dar señales de su parte oscura. Sonrió mientras la besaba y mientras sentía que ese era el principio de una nueva relación.

Capítulo 12

Anne regresó de la calle al poco tiempo, y comieron juntas un sabroso plato de risotto.
   -¿Va a hacer algo esta tarde?- le preguntó Martina.
   -¿Ya tienes planes, muchacha?
Ésta se sonrojó por la audaz respuesta de la anciana y decidió no mentir.
   -He conocido a un niño, y se ha ofrecido a hacerme una visita guiada por la aldea. Pero no se preocupe, que puedo dejarlo para otro día.
   -¿Cómo se llama?- dijo interesada mientras que cargaba el arroz con la cuchara con una práctica increíble.
   -Paolo... Me explicó que vivía en un chalet a las afueras de la aldea, pero no sé nada más de él.
   -Paolo Donatello es un chico especial. Ten cuidado con él, querida.
   -¿Qué quiere decir con eso?
   -Es conocido por sus distinguidas fiestas nocturnas que realiza en verano... Suelen ser un tanto indiscretas. Pero tú ya eres mayorcita, sabrás arreglártelas.
   -Si usted considera que no debería acudir esta tarde, no lo haré, sinceramente no quiero problemas.
   -¡No seas niña! A todos nos gusta divertirnos a esa edad... Y tú eres prudente, estate tranquila.
   -No se preocupe, lo seré. ¿Le ha gustado la comida?
   -Me recuerda al arroz que me preparaba mi madre cuando era pequeña, tenían un sabor a alguna especia, que nunca descubrí cual es.
   -Le he añadido una pizca de albahaca, puede que sea eso.
   -Quizás- dijo mientras se levantaba cuidadosamente y buscaba su plato para depositarlo en el fregadero.
   -Déjemelo a mi, acabaré de recoger todo.
   -Te lo agradezco, cada vez voy perdiendo mas facultades.
   -¡No diga eso! Está usted en un estado estupendo.
   -Bueno, bueno, cesa los cumplidos y vete a arreglarte para la cita con Paolo, esta tarde vendrá Lèo a visitarme y estaré entretenida. Vuelve cuando quieras.
   -¡Muchas gracias Anne! Termino de ordenar la cocina y subiré a ducharme.
   -Estaré en mi dormitorio. ¡Que te diviertas querida!
Acompañada por su bastón, abandonó la estancia silenciosamente dejando tras ella un maravilloso aroma a sabiduría.
Martina terminó de recoger la mesa y fregar los platos, y subió a la buhardilla a arreglarse.
En el cuarto de baño había además del champú y del gel, crema corporal, colonia de agua de rosas, e incluso aceites y sales para la ducha.
Estuvo un extenso rato dentro con la simple finalidad de estar radiante.
Arrancó una de las flores blancas de la enredadera y se la colocó como adorno en el pelo.
Como siempre... preciosa.
Más tarde, cogió las gafas de sol, sus llaves y el monedero, dispuesta a encontrarse con Paolo en el parque para comenzar su atrevimiento.
Cerró la puerta de la buhardilla, y comenzó a bajar los peldaños de las escaleras de dos en dos a la velocidad del rayo... Pero con la mala suerte, de en uno de los últimos escalones, colocar su pie en el vacío en vez de en la madera. Antes de caerse al suelo un brazo la agarró por la muñeca e impidió que se golpeará la cabeza.
   -¿Aún no eres capaz de caminar sin caerte o tropezarte?
Martina se incorporó torpemente y comprobó que el tostado brazo que la había sujetado era propiedad del chico rubio de aquella cicatriz con el que se había topado esa mañana.
   -¡Tú!- le gritó mientras se colocaba el pelo en su sitio.
   -¡Yo!- y le sonrió.
   -¿Se puede saber qué haces aquí?
Entonces irrumpió Anne en la habitación acompañada simplemente por el ruido sordo del bastón.
   -Veo que ya os conocéis- dijo la anciana
   -¡Anne le prometo que no sé como ha entrado! Solamente hemos cruzados dos palabras...
   -2 insultos- interrumpió él.
   -¡Déjame acabar! Le aseguro que no le conozco, yo no lo he invitado.
   -Tranquila, sé que no lo has invitado tú. Querida, éste es Lèo.
   -¿Tú eres el famoso Lèo?- no pudo evitar mostrar las chispas de rabia que brotaban en sus ojos.
   -¿Decepcionada?
   -Para nada.
Ambos se miraron a los ojos desafiantes. Los suyos eran de un verde intenso que mostraban un respeto al que Martina no fue capaz de soportar.
   -Me voy-anunció.
   -Querida, dile a Paolo que te acompañe hasta casa si vuelves muy tarde.
   -¿Paolo?-volvió a interrumpir el chico - ¿sales con Paolo Donatello?
   -¿Algún problema?
   -¿Estás loca? ¿Acabas de llegar y ya has quedado con ese imbécil?
   -¿Pero quién te crees que eres para decirme a mí con quien debo salir o no? ¡El único imbécil aquí eres tú!
-¡Está bien, muchachos! Creo recordar que no tenéis siete años. Lèo, Martina saldrá con quien ella considere oportuno.
Ésta sonrió triunfadora.
   -¡Anne!- contestó enfadado.
   -Sin rechistar. Querida, apresúrate o llegarás tarde.
   -¡Muchas gracias! Se aproximó a ella y besó su mejilla para después salir corriendo por la puerta.
-Sabes tan bien como yo que ese chico no le conviene en absoluto. Está bajo tu responsabilidad y la va a meter en problemas.
   -Lèo, ya es mayorcita, tiene que aprender a errar y a rectificar después de ello... Solamente hace falta escuchar su tono de voz para comprobar que no sabe ni lo que quiere, ni lo que necesita, ni lo que detesta... Y debe darse cuenta por si misma. ¿Te apetece un poco de té?

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