Introducción:

Hola!

Bienvenido al blogg ''Prohibido Olvidarme''.
Su único objetivo, es que lo leáis, os divirtáis y me deis vuestra opinión sobre él.
Espero que os guste
Un beso y gracias

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 13, 14, 15

Capítulo 13

Entretanto, Martina cruzaba la calle para llegar al parque.
Ese chico la ponía histérica. ¿Quién se pensaba que era? Primero le insultaba, se reía de ella, la ignoraba y después le decía con quién debía salir. ¡Esto era el colmo!
Se puso las gafas de sol para ocultar sus ojos coléricos, y se aproximó a uno de los bancos de madera que adornaban cucos aquel espacio.
Se respiraba un ambiente de tarde veraniega, el sol lucía sobre sus cabezas y Martina creía estar en un videoclip. Tarareaba una canción española ''al menos ahora, hablamos a solas, al menos ahora nos miramos sin volver la cara, las dudas, los hechos explotan contra el pecho...'' no recordaba de quien era, pero le gustaba. Todo lo que le rodeaba parecía ficticio, lo dicho anteriormente, un videoclip. Las personas caminaban felices a su lado, ninguna se detenía a mirarla... Era como si no existiera, como si no estuviera ahí. La luz le bañaba la cara, y quizás ella era lo que más brillaba en el parque en ese momento, pero todos parecían ignorarla. Todos, menos un coche a su espalda que nada más verla le pitó.
   -Rubia, ¿subes?
Ésta se levantó del banco y se giró hacia donde provenía aquella brusca y familiar voz. El Michelín la esperaba con una camiseta blanca muy ceñida a su artificial cuerpo dentro de un flameante descapotable ferrari rojo.
Se acercó a él lo más rápido posible, lo saludó con un beso en la mejilla y de un salto entró en el asiento del copiloto.
   -¿Esto es parte de la ruta?- le preguntó.
Él le sonrió mostrando unos dientes blanqueados.
   -Voy a llevarte a un sitio un poco alejado de aquí. Mejor si vamos en Luci.
   -¿Disculpa?
   -¡Cierto, cierto! Aún no os he presentado. Martina, ésta es Luci, mi preciosidad.
La chica seguía sin entender.. ¿Hablaba con una amiga invisible?
-Paolo, no comprendo..
   -Luci es mi reluciente cochecito- mencionó acariciando el volante.
   -¿Le has puesto nombre al coche?- preguntó la chica a punto de soltar la carcajada.
Quiso decirle que era lo más patético que había oído nunca, pero prefirió guardárselo para sí misma por miedo a que también hubiese apodado sus músculos y lo ofendiera más de la cuenta.
   -Ella lo vale, ¿no?- entonces la miró y le guiñó un ojo.
Giró la llave, y el motor de Luci rugió ferozmente arrancando y dejando atrás el parque.
   -¿Preparada para la mejor aventura de tu vida?
   -Eso espero... Paolo, ¿cuántos años tienes?
   -En un par de semanas cumpliré los 21. Todos los veranos celebro mi cumpleaños en casa, ya sabes, fiesta a lo grande. Chicos, chicas, alcohol, piscina, música a tope... Todos los jóvenes de Fiorilla y de los pueblos de su alrededor matan por conseguir que los invite. A veces es complicado
cumplir con el papel del tío más popular. Por cierto, da por hecho que estás invitada. Te presentaré a mis colegas y conocerás a la gente guay de la zona. ¿Tú cuántos tacos tienes?
   -18... - contestó dubitativa por miedo a que Paolo la encontrara demasiado pequeña.
   -Bueno, bueno, si eres toda una yoghurina. No te preocupes, estarás como en casa.
Y su mano se posó en la pierna desnuda de la chica, acariciándola.
La verdad era que no se encontraba del todo cómoda... Ya había salido con chicos mayores, ricos y prepotentes como éste, pero le asustaban las palabras de Lèo y Anne. ¿De veras era un chico problemático? Simplemente tenía un cerebro menos desarrollado que los demás... No creía que fuese para nada peligroso.
   -¿Vas a decirme ya a dónde me llevas?
   -Si insistes... - y se apoyó en un silencio para hacerse el interesante- Como Fiorilla es muy pequeña y nada seductora, pensé que te gustaría conocer mis tierras.
Martina puso los brazos en jarras decepcionada, pero sonrió, debía aparentar ser más mayor si quería entrar en su círculo de amigos.
   -¿Puedo poner música?- preguntó
   -¡Claro, hay un disco duro con más de mil canciones! Elige la que quieras, preciosa.
Mientras Paolo le relataba la historia de todas y cada una de sus propiedades, fue escuchando el principio de varias melodías, hasta que encontró una que le era muy familiar.. La había escuchado una vez en el centro comercial que frecuentaba cada mes y había tardado 3 días en descubrir su nombre. Se la había descargado y la estuvo escuchando cada noche antes de irse a dormir desde que empezó a salir con Gonzalo. Tampoco recordaba su nombre, pero el estribillo decía: ''Sólo quería decirte lo siento si he exagerado. Gracias por la paciencia que no he merecido. Sólo quería decirte que estoy emocionado se me hace raro estar enamorado. Quería agradecerte por todo este cariño siempre has sido grande y nunca te lo he dicho. Sé que puede parecerte extraño pero es cierto, te quiero y no es una coincidencia. Sólo quería decirte que con el tiempo que ha pasado, es difícil a veces pero conteniendo el aliento resistiré mis golpes y mis estupideces, no obstante en todos los riesgos, siempre me has apoyado''
Paolo iba señalándole trozos de campo de su pertenencia.... Le hablaba, hablaba, hablaba, pero en realidad no le decía nada. Nada de lo que ella quería escuchar.
A Martina se le escapó una lágrima... una lágrima que el viento dejó atrás. Quiso no darse cuenta de que ella no quería nada con el Michelín, que ahora solo tenía en mente al único chico que la había hecho tan feliz durante poco más de un mes.
A lo lejos escuchaba la voz de Paolo, pero ella estaba absorta en la letra y en la melodía...
Cerró los ojos durante unos segundos, degustó el amargo sabor del recuerdo y repentinamente cambió de canción. Puso otra más movida y dejó sus sentimientos atrás.
   -¿Me estás escuchando Martina?
   -Claro, dime.
   -Lo que te estaba contando... Mi abuelo me dejó en herencia esas doce hectáreas, y mis padres levantaron el chalet, que prácticamente es mío. Esas de ahí son nuestras minas... ahora ya están explotadas, pero han pertenecido a la familia desde hace siglos. Si te parece, voy a parar el coche para que puedas examinarlas mejor.
Detuvo el motor del coche, se peinó un poco la melena y suspiró.
   -Son casi tan bonitas como tú- piropeó a la chica que miraba hacia delante.
   -Eres un cielo Paolo Donatello...- dijo sin cambiar el rumbo de su mirada
Éste se acercó un poco más a ella y le colocó un mechón de pelo tras la oreja.
   -¿Te han dicho alguna vez que tienes unos labios preciosos?
   -No, la verdad es que no- mintió, pero es la respuesta que esperan todos los chicos ante tal estúpida pregunta- eres el primero que me lo dice.
   -Que ciega está la gente- se aproximó a ella que seguía sin mirarle, detuvo su mirada en el escote (una vez más) y le susurró al oído- no sabe el mundo lo que se pierde.
Y empezó a besarle el cuello, una, dos, tres veces... Ella sonreía sin inmutarse. Sabía lo que Paolo ansiaba, pero desgraciadamente, aunque llevase su bolsillo derecho cargado, hoy no lo iba a conseguir.
   -Paolo espera- interrumpió Martina.
   -¿Qué pasa?
   -Le he dicho a Anne que volvería a casa pronto para hacerle la cena.
   -¿No puede esperar 10 minutos más?- intentó besarla, pero ella lo apartó.
   -Quedemos otro día más tranquilos.. En otro sitio. ¿Qué te parece mañana?
Paolo se separó y volvió a suspirar.
   -Te dije que al amanecer partiría a Roma. Volveré un par de días antes de mi cumpleaños.
-Bueno... pues más ganas tendrás de verme- entonces fue ella la que se aproximó a él y rozó tímidamente pero de forma segura sus labios.
   -¿Sabes que ésto no se le puede hacer a un tío, verdad?- preguntó totalmente domado por la chica.
   -Me gusta romper las normas- le guiñó un ojo y volvió a su asiento- llévame a casa anda.
Éste respiró profundamente, arrancó a Luci y puso la música a todo volumen mientras derrapaba para dar la vuelta.

Capítulo 14

No salió como había planeado, pero por lo menos anduvo entretenida.
Intercambiaron teléfonos, y Paollo la acompañó hasta la puerta de casa.
   -Me lo he pasado muy bien... Gracias.
   -Gracias a ti preciosa.
Ambos se encontraban bajo el marco de la puerta y el mágico encanto del atardecer.
   -¿Volveremos a vernos, no Paolo?
   -¿Lo dudas? Te llamaré y te avisaré para la fiesta... Va a ser el día más increíble de tu vida pequeña- sonrió.
   -No me llames pequeña.
   -Aún lo eres.
   -No lo soy.
Ambos se miraron a los ojos desafiantes. Martina detestaba que le dijeran pequeña...
El chico esbozó una amplia sonrisa y se aproximó a ella.
   -¿Ni un poco?
   -Ya lo comprobarás...
Repentinamente la puerta se abrió y apareció tras ella Lèo con una mirada enfurecida.
   -Martina- habló pausadamente- entra en casa. Anne te está esperando.
   -¡Mira a quien tenemos aquí!- exclamó Paolo con un deje de jolgorio en la voz- El gran Léo López. ¡Hacía semanas que no nos veíamos!
   -Donatello, pasa de mí. Vamos Martina entra.
Ésta, odiaba que le ordenaran, y más alguien al que apenas conocía. Pero cohibida por la situación y por su tono irritado, decidió obedecer.
   -Ya nos veremos Paolo- y besó su mejilla.
   -Cuídate pequeña. Por cierto López... ¿Le darás recuerdos de mi parte a Marie?
Éste se giró automáticamente cuando ya casi había cerrado la puerta y se abalanzó contra él.
Le agarró por el cuello de la camiseta y lo puso contra la pared.
   -¡Vete a la mierda gilipollas!- gritó con los ojos a punto de salir de sus órbitas
   -¿Qué pasa? ¿Vas a pegarme de nuevo?- provocó Paolo con una sonrisa fanfarrona.
Léo apretó más fuerte aún... Sabía que la última vez que se habían enfrentado, había salido muy mal parado. Era imposible golpear a una bola de músculo como aquella... Pero en ese momento, sólo tenía ganas de partirle la cara aunque tuviese que poner toda su fuerza y empeño en ello.
   -¡¿Se puede saber qué pasa aquí?!-Martina intervino en la acalorada discusión intentando separarlos- ¡ya basta Léo, suéltale!
Éste no cedió a la primera, pero tras dirigirle la última mirada fulminante, lo soltó y entró en la casa.
Martina le siguió y cerró la puerta de golpe olvidando a Paolo y la brisa de tensión que los abrazaba en el exterior.
   -¿Qué ha sido eso?-le preguntó a Lèo.
   -Métete en tus asuntos.
   -Disculpa, pero has sido tú el que nos ha interrumpido obligándome a entrar y el que me advirtió que no saliera con él.
El chico entró en el salón y se sentó en uno de los sillones perseguido por Martina.
Sus ojos destellaban odio, rabia y un frío matiz ¿quizás de aflicción? Sí, podía ser. Centró su atención en uno jarrón de flores que reposaba en la mesa y la chica se acercó a él.
   -¿Qué te parece si empezamos de cero?
Aunque seguía indignada por sus intrusiones con Paolo, quería averiguar qué era ese fulgor de tristeza que rociaba su halo.
Impotente, recibió una omisión a su pregunta.
   -¿Dónde está Anne?- insistió probando suerte con otro tema.
Léo se incorporó y sacó de la vasija una margarita un tanto seca.
   -Con mi abuela paseando- contestó.
   -Y ¿qué hay de la otra pregunta?
   -Dime el motivo por el cual quieres que te conteste, y te contestaré.
¡Odiaba ese tipo de respuestas! Eran las típicas que haría un borde, vacilón y prepotente inteligente.
Paolo también lo era excepto en el aspecto de la inteligencia... Martina palpaba el abismo que había entre sus personalidades. Aunque ambos se sentían superiores, Lèo era perspicaz y sibilino, al contrario que Paolo, el cual exhibía su simpleza y su necedad al igual que sus músculos... Sin embargo, con éste último se podía hablar, una podía reir y mantener una conversación lejos de los límites de la empatía... Definitivamente odiaba al misterioso chico de la cicatriz
   -Anda y que te den.
Salió de la estancia bajo la inexistente observación del que aún seguía contemplando las margaritas.
Subió las escaleras de caracol, y cerró de golpe la puerta de su habitación.
Quizás no hubiese sido tan buena idea escaparse de casa... Quizás debería estar junto a sus hermanas... Quizás debería haberse tragado una vez más las discusiones diarias e insoportables de sus padres... Quizás en este precioso instante tendría que haber estado en su habitación hundiendo sus penas en un gran bol de helado de chocolate con la música a toda pastilla. Quizás.. o quizás no...
La puerta volvió a abrirse, y junto a ella, Lèo... Con una disculpa bajo el brazo.
   -¿Puedo pasar?
   -Ya estás dentro- quiso demostrar que también ella se defendía en el campo de la ironía.
   -Cierto.
   -¿Qué quieres?
   -También yo creo que no hemos empezado con buen pie... ¿Qué te parece si dejamos todo atrás, vuelvo a entrar por esta puerta y hacemos como si no hubiera pasado nada?
   -Dime el motivo por el cual quieres que hagamos como si no hubiera pasado nada, y yo haré como si no hubiera pasado nada- zas.
Lèo puso los ojos en blanco, pero accedió a la petición de la chica.
   -De acuerdo.. Me he comportado como un estúpido, y lo siento. ¿Te vale?

Capítulo 15

   -Me vale- no quiso hacerse más de rogar- siéntate si quieres.
Volvió a cruzar el umbral de la puerta, y se sentó en la silla del escritorio contemplando la foto de Martina.
   -¿Quién son?
   -Isabella y Bianca, mis hermanas pequeñas.
   -Son muy bonitas.
   -Sí, lo son...
Una conversación un tanto incómoda quizás...
   -¿Cuánto tiempo pretendes quedarte?- le preguntó el chico.
   -¿Te molesto?
   -Vamos, Martina, entierra el hacha de guerra de una vez, te he pedido disculpas ya.
Obvió ese último comentario y le dio un último vistazo a la foto.
   -La verdad es que no he venido por un plazo fijo... Puede que me quede un mes, dos, quizás un año, para toda la vida, la verdad es que no lo sé- contestó con un profundo tono de añoranza futura.
-En otras palabras, huyes de la realidad.
   -¿Perdona?
   -Sí... irte lejos de tu familia, de tus amigos, de tu rutina, de tu vida... Y de todos los problemas que ella conlleva.
   -¿Cómo lo sabes?- preguntó confusa.
   -He tenido esa sensación miles de veces- sonrió- pero no tengo la suficiente valentía para dejar todo atrás, aparte de que pienso que hacer eso es de cobardes.
   -No llamarías cobardía a querer abandonar todo lo que he estado aguantando estas semanas.
   -Puede, pero como no sé lo por lo que has tenido que pasar, lo llamo así.
   -Si es lo que piensas... ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
   -Toda la vida. Todos mis recuerdos de la infancia son entre estas calles, bajo el sol y bajo las atentas miradas del atardecer.
   -Es preciosa.
   -Sí, yo aún no acabo a acostumbrarme a ella... Cada mañana me levanto pensando en qué me tendrá preparada la aldea, nuevos problemas esperando a ser solucionados, nuevas personas por ser vistas cada cual más extravagante y diferente, nuevas formas de nubes para ser descubiertas y muchas más cosas.
   -¿Eres consciente de que estás recitando una serie de cursiladas tremendas?- y rió.
   -Puede- soltó una carcajada y miró a los ojos a la chica.
Ésta no pudo evitar fijarse una vez más en la cicatriz de su pómulo, para más tarde, cruzarse con su mirada tímidante.
   -Bueno, ¿piensas contarme que ha pasado entre tú y Paolo?
   -Viene de hace tiempo ya.. Tuvimos un encontronazo, pero nada más
   -No lo parecía ahí fuera, tus ojos no mostraban una simple indiferencia.
   -Sí lo hacían.
   -¿Y quién es Marie?- preguntó de sopetón.
Lèo se levantó y se dirigió al ventanal molesto por la pregunta.
   -¿Es meterme donde no me llaman, verdad?- insistió la chica.
   -Tranquila- contestó -Marie es mi novia.
   -Ah...
   -La verdad es que me jode mucho contar ésto, pero al ser tú una perfecta desconocida, podré hacer una excepción.
Martina intentó poner cara de ofendida y se acercó a él.
   -No me lo cuentes si no quieres.
   -Fue hace unas semanas... Marie es de Goldem, un pueblo del interior... Vino a pasar el fin de semana a casa de su tía con unas amigas. La primera noche, salieron de fiesta para celebrar que habían acabado el instituto.. Yo debía quedarme en casa para cuidar a mi madre, que tenía un resfriado de caballo la pobre, me cabreé muchísimo, porque además, Marie y yo hacíamos un año juntos.
   -¿Un año?
   -Sí... estábamos muy felices, y al día siguiente íbamos a ir juntos en plan romántico a una cala que hay detrás de la isla. Pero los planes se torcieron... - hizo una pausa -en la discoteca, conocieron a un grupo de chicos. Empezaron a beber, ellos se descontrolaron demasiado y acabaron yéndose juntos con todas las amigas de Marie. Ella se quedó sola en la barra , entonces apareció él... - sus ojos chispearon de rabia- entablaron conversación, y tras unas horas él la invitó a tomarse una copa en su casa. Lo demás te lo puedes imaginar tú sola...
   -No me lo puedo creer, ¿te engañó el mismo día de vuestro aniversario?
Intentó rectificar al darse cuenta de la dureza de sus palabras.
   -Quiero decir...
   -No pasa nada, tranquila. Sí... pasaron el resto de la noche juntos.
   -¿Cómo te enteraste?
   -Eso fue lo mejor- dijo irónico- al día siguiente, yo la esperaba en la cala... Le había preparado una cena romántica... Y no te puedes imaginar lo que me costó cocinarla- rió- soy un negado para eso, debo admitir. Pero me pasé cuatro horas metido en la cocina para que todo fuese perfecto. Le llené la playa de antorchas e incluso me descargué un disco de música ambiental...
Con cada palabra que brotaba de su boca, Martina iba siendo consciente del dolor interno que sentía Lèo en esos instantes.
   -¡Incluso me compré una camisa! Ella sabía que las odiaba, y las sigo odiando por cierto.. Son demasiado incómodas- los ojos se le encharcaron , por lo que el chico se giró.
   -No hace falta que sigas...
   -Habíamos quedado a las 9. Marie siempre se retrasa 5 minutos, desde el primer día que quedamos hasta ahora. Todo estaba precioso, para mi parecer por supuesto. Entonces llegó... su rostro estaba desencajado, se notaba que había llorado por lo que me asusté. Corrí, la abracé y le pregunté qué le pasaba. Ella se separó, me dijo que no se merecía que la tocase, que por favor la soltara.
Entonces se dio cuenta de la sorpresa, de las antorchas, de las velas, del picnic, de las flores... Y una lágrima descendió lentamente por su mejilla... Siempre me acordaré de esa lágrima, nada más verla, traduje lo que había en su interior, los sentimientos que ocultaba. Le pregunté qué había pasado la noche anterior, y tras mirarme de nuevo, me lo contó todo... No le faltó detalle. Al principio pensé que bromeaba, supongo que no quise darme cuenta de la realidad, pero después, vi que eso era la puta verdad. Me sentí como una mierda. Hundido, frustrado, hecho un fracasado...
Martina se había sentado en la cama y miraba fijamente una esquina de la pared mientras que iba emparejando cada una de las palabras del chico con su propia experiencia. Sí... hundida, frustrada y hecha una fracasada.
   -Me pidió mil veces perdón, creo que en ese momento incluso ella se sentía peor que yo, aunque eso es difícil de saber. Me fui de allí, y no nos volvimos a ver durante 3 largos y vulnerables días.
Me llamó varias veces, me mandó mensajes disculpándose y diciéndome que me quería a mí. Que se acababa de dar cuenta de lo que me amaba, aunque también se contradijo al nombrar lo estúpida que era, y que no la merecía. Pasaron muchas cosas esos 3 días, muchos sentimientos que se golpeaban entre ellos en mi cabeza. Amor, odio, compasión, rabia... Entonces, al tercer día, la llamé.
   -¿La mandaste a la mierda?
   -Volví con ella.
Martina levantó la mirada de la esquina, y contempló a Lèo sorprendida.
   -¿Estabas tonto o qué? ¿Por qué?
   -¿Quieres saber el por qué? -preguntó divertido- no lo sé, quizás fue pues porque la quiero... Porque la quiero como nunca he querido a nadie, es la niña más perfecta que he conocido nunca. Su sonrisa, es preciosa... Es la única que sabe hacerme reír cuando tengo un mal día, y la idea de levantarme cada mañana pensando que ya no era mía, me mataba por dentro. Sí, puede que sólo sea un gilipollas pringado, pero prefiero serlo antes de estar sin ella.
Martina estaba perpleja, nunca en la vida había oído hablar a un chico como lo estaba haciendo Lèo. Nunca había visto a un tío, estar tan enamorado como lo estaba él y mucho menos mostrar sus sentimientos de esa manera casual a, como decía él, una perfecta desconocida.
   -Vaya... - fue lo único que salió de su boca.
   -Se quedó en casa de su tía unos días más, las cosas habían vuelto más o menos a la calma, cuando paseando, nos encontramos a Paolo. Yo lo conocía de los campeonatos de fútbol que nos echábamos en vacaciones. Él se acercó a nosotros, Marie intentó rehuirlo, pero no pudo. Se hizo el chulo, e intentó besarla en mis narices...- Martina vivía la escena, se imaginaba perfectamente la cara de Lèo, la de la chica, y la del michelín, la tensión del momento, y las ganas de matar de uno de ellos.
-Me abalancé sobre él... Empezamos a pelearnos, ella intentó separarnos mientras lloraba, pero en vano. Toda mi rabia se centró en él, pero evidentemente, acabé perdiendo yo. ¿Qué podía esperar de un tío que se pasa el día entero entrenando en su gimnasio privado y que come a base de batidos de proteínas? No nos habíamos vuelto a ver hasta hoy.
   -Entiendo.
   -Dudo que entiendas...
   -Más de lo que piensas.
Ambos se refugiaron en el silencio... Cada uno reviviendo esos momentos que habían hecho mella en sus vidas.
 

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