Introducción:

Hola!

Bienvenido al blogg ''Prohibido Olvidarme''.
Su único objetivo, es que lo leáis, os divirtáis y me deis vuestra opinión sobre él.
Espero que os guste
Un beso y gracias

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 4,5,6

Capítulo 4

   -¿Gonzalo?
   -¿Quién es?- escuchó a través del auricular.
   -Martina. Qué pasa ¿ya no te acuerdas de mí?-contestó remolona mientras se ponía la bata de casa.
Habían pasado 3 días desde su primer encuentro y ésta quiso darle un margen de tiempo para que ordenara sus pensamientos.
   -Para no acordarme... ¿Cómo has conseguido mi teléfono?
   -Magia. Pura y maravillosa magia...
   -Dímelo- exigió cortante
   -He hablado con Aitana. ¿Lo has hecho tú?
   -Esa misma noche la llamé. No quiere saber nada más de mí- dijo apenado.
   -No te preocupes. Ya se le pasará. Yo hablé ayer por messenger con ella... Me dio tu número y si te consuela, parece que tampoco quiere saber más sobre mi existencia.
   -No pareces muy preocupada. Ella me dijo que estabais muy unidas...
   -Y lo estamos. Pero de vez en cuando discutimos... Es normal entre amigas.
   -¿Te parece normal haberte liado con el novio tu mejor amiga?
Ésta se detuvo desconcertada. El tono del chico era cortante, distante y frío. Era el momento de cambiar de táctica.
   -Tienes razón... Lo sé y lo siento. No era mi intención, de verdad. Aitana es lo único que tengo... No tengo más amigas. Y ahora me arrepiento tanto...- simuló un llanto suave- además, he roto lo vuestro. De verdad que lo siento
No obtuvo respuesta desde el otro lado, por lo que insistió.
   -Parecía que os queríais tanto... Espero que algún día me perdones y podamos ser amigos.
   -Si como bien dices es solo una discusión, seguro que tú podrás recuperarla. Sin embargo yo no. Mi tren ya ha pasado y no lo he cogido.
   -A veces las oportunidades se dejan para coger otras, ¿no crees?
   -Supongo- no pudo evitar sonreír.
   -¿Haces algo esta tarde?
   -La verdad es que no... Los lunes por la tarde solía quedar con Aitana y ahora no sé que hacer.
   -¿Te apetece que quedemos? Yo tampoco tengo planes, y no ganamos nada quedándonos en casa aburridos y llorando nuestras penas.
   -Aunque me pese, tienes razón.
   -¿Pasas a buscarme sobre las seis?
   -Si no hay más remedio...
   -¿Cómo que si no hay más remedio? Oye, que yo no te obligo a nada ¡eh!
   -Lo sé, lo sé. ¿Dónde vives...?
Y tras el gesto de triunfo silencioso de Martina, se intercambiaron datos poco antes de colgarse con un simple 'adiós'
Alzó el volumen de la música, se subió a la cama y empezó a saltar de felicidad. Sus expresiones eran las de una niña pequeña que acababa de conseguir esa muñeca que tanto ansiaba.
Su euforia fue interrumpida por la entrada de su madre en la habitación.
Yanet era una mujer alta, y robusta, tenía el pelo lacio y canoso, sus facciones estaban desgastadas y llevaba un jersey gris de cuello alto, unos vaqueros, y unas sandalias que bien podían ser un 42.
Su rostro severo no se asemejaba al de la linda muchacha que brincaba feliz tras la llamada telefónica.
   -¿Qué haces?-preguntó firmemente.
   -Nada mamá- contestó apresurada Martina mientras se sentaba en el borde de la cama.
   -Baja el volumen. Ya no eres una chiquilla para comportarte así.
   -Claro mamá.
Volvió a pisar el suelo y se dirigió al armario destellante mientras que su madre abandonaba la habitación.
¿Qué se iba a poner? Algo atrevido, pero a la vez sofisticado, algo serio, pero a la vez juvenil... Además, solamente quedaban como amigos.
   -Voilà.
Atrapó unos pantalones cortos vaqueros, una camiseta rosa claro y unas convers a juego.
Se cepilló el pelo suavemente mientras que contemplaba su tonta y amplia sonrisa frente al espejo.
Se echó algo de colorete, iluminó sus labios con gloss, alargó sus pestañas con rímel, se puso dos perlas rosas y se guardó la cartera y el móvil en el bolsillo.
Aún quedaba media hora, pero ya estaba preparada.
Aguardó nerviosa (por no decir histérica) hasta que escuchó un claxon desde la calle.
Se levantó exhaustivamente, bajó las escaleras de dos en dos, se despidió de sus padres y al llegar a la puerta de entrada se detuvo, respiró y salió tranquilamente.
Un Ford Focus negro la esperaba en la carretera. Y en su interior... Gonzalo.
Abrió la puerta temerosa pero sin mostrar ningún movimiento que la delatara y pasó.
Él llevaba unas ganas de sol a lo piloto, un polo rosa y unos vaqueros.
No se lo podía creer... ¡Iban exactamente iguales!
Se miraron extrañados y después se echaron a reír.
A Martina le invadió una nueva sensación. Esa que te pone tan nervioso... Esa que te hace temblar... Esa que te recorre todo el cuerpo y solamente quieres gritar de la emoción.
Había pensado durante largos minutos qué iba a hacer cuando subiera al coche. Y mírala. Ahora estaba partiéndose de risa con Gonzalo por una maravillosa casualidad de las que solo pasan en las películas de Disney Channel.
   -Hola otra vez- le dijo la joven con una dulce sonrisa.
   -Parece que nos compenetramos bien- apuntó Gonzalo mientras que ponía el coche en marcha.
   -Ni a propósito hubiera salido mejor-añadió- ¿a dónde vamos?
   -La verdad, esperaba que lo eligieras tú.
Parecía bastante tímido y cortado.
   -¿A la cafetería bigBombón? Ahí se está bien... Hay aire acondicionado, música y café.
   -Me encanta ese lugar. Siempre voy con mi padre.
   -¿Tu padre?- preguntó extrañada a punto de soltar la carcajada.
   -Sí. Es militar y trabaja fuera de aquí. Nos visita un par de veces al mes y cada vez que viene merendamos ahí.
   -Oh...-no sabía que decir por lo que se quedó en silencio.
Ambos parecieron enmudecer durante varios minutos que parecieron eternos.
¡Martina odiaba ese tipo de situaciones tan incómodas! Dos personas que se encontraban, se saludaban y se callaban mirándose el uno al otro pensando en qué decir.
Lo detestaba y siempre quería resolverlo lo antes posible.
   -Qué calor hace...
Mierda.
Mierda, mierda, mierda y mierda.
¡Qué tontería más grande acababa de decir! ¡Pues claro que hacía calor, estamos en verano!
Sus mejillas se sonrojaron y ésta intentó ocultarlo.
Gonzalo pareció notarlo, por lo que fue en su ayuda.
   -La verdad es que sí.
Y otra vez ese silencio incómodo que por precaución ninguno quiso romper.

Capítulo 5

Estaba más guapo que la última y primera vez que le vio. ¡Era tan perfecto!
Le daba mucha vergüenza mirarlo de frente, cosa que no le había pasado nunca, por lo que de vez en cuando y disimuladamente, le miraba de reojo.
Sujetaba el volante con la mano derecha, mientras que la otra la apoyaba en la ventana. Su pelo brillaba incluso más que el de ella (algún día le preguntaría por su champú), sus facciones estaban algo tensas, y su boca masticaba silenciosamente un chicle...
Llegaron al centro, y aparcó frente a la cafetería.
Gonzalo salió primero y le abrió la puerta a Martina.
Esta quedó fascinada. O mejor dicho, nuevamente anonadada.
Le sonrió agradecida y ambos cruzaron la calzada en silencio.
Entraron en el BigBombón, que no estaba del todo lleno, por lo que pudieron elegir sitio en una esquina, al lado de la ventana. Gonzalo se quitó las gafas, y le dedicó una mirada penetrante con esos ojos que le gustaban tanto.
De fondo se escuchaba ''Lo que no ves'' de Pol 3.14
   -¡Está canción es bestial!- dijo la chica nerviosa, intentando romper el hielo.
   -Es muy bonita.
   -¿Bonita?¿Solo bonita?¡Maravillosa, espectacular, espléndida...!
   -¡Vale, vale!- sonrió divertido- me ha quedado bastante claro. Te encanta. ¿Qué tipo de música te gusta?
   -Sobre todo Pop en inglés. ¿Y a ti?
   -Escucho de todo un poco. Toco el piano y la guitarra, ¿sabes?
   -Sí, lo sé. Aitana me habló de ello...
¡Pum! Ese nombre cayó en los oídos de Gonzalo, como un cubo de agua fría...
   -Por cierto- siguió la chica. No era buen momento para sacar a relucir ese tema, pero era ahora o nunca. Tenía que averiguar el momento para atacar- ¿sigues sintiendo algo por ella?
Éste tragó saliva algo confuso... Aitana; melena negro azabache, ojitos azules que brillaban como estrellas cada vez que los miraba, sonrisa inocente... ¡No! ¡No, no y no! Ya era pasado, y lo pasado, pasado está. Pero es que la quiso tanto...
   -Pues la verdad es que...
   -Perdonen jovencitos, ¿qué les traigo?
Un camarero de aspecto dicharachero, bajito y gordinflón con un tremendo bigote blanco, irrumpió en el momento menos adecuado.
Martina puso los ojos en blanco durante milésimas de segundo y con una falsa sonrisa dirigida al hombre, le contestó:
   -Un bombón para mí, y para él...
   -Descafeinado por favor.
   -Perfecto. Muchas gracias- y se acercó dando saltitos a la mesa de al lado.
   -Bueno dime... ¿Sigues sintiendo algo por ella? No sé, a lo mejor solo era una más...
¿Una más? ¡Había sido su alegría durante ese maravilloso mes! Se levantaba cada mañana con deseos de llamarla y de escuchar su dulce voz. ¡No podía resistirlo! Así que todos los días tecleaba su número de memoria, y le daba un fugaz pero sentido ''buenos días'' . Cosa que ya no podría hacer ahora.
   -Estoy algo confuso, pero...
   -Disculpen jovencitos- interrumpió nuevamente el camarero.
-Qué coñ... Quiero decir, ¿qué quiere ahora?- le espetó Martina. Estaba claro que ese hombre y su bigote no iba dejar acabar a Gonzalo.
   -¿Les traigo unas pastas para acompañar? Son excelentes para los nervios y el estrés. Mi madre me las hacía con miel cuando...
   -¡Traiga lo que quiera!-soltó la chica desesperada.
   -Bueno, pues unas pastas, un descafeinado y un bombón para la mesa 7. ¡Marchando!- y volvió, ahora sí, a la barra.
   -¿Por dónde íbamos...?- intentó Martina por segunda vez.
   -Tenemos que hablar antes de una cosa. No quiero hacer como si no hubiera pasado nada el sábado...
Eso le pilló desprevenida.
Éste chico a penas la conocía, pero sabía como jugaba y cuáles eran sus armas y puntos débiles.
¿Qué hacía ahora? ¿Le decía la verdad? ¿O esperaba para ello conocerse un poco más? No podía mostrarse insegura, sino dura y algo pasota. Lo mejor sería echarle la culpa a la bebida... Hizo eso simplemente por los cubatas de más que llevaba encima. Sí. Eso era lo mejor.
Pero entonces, Gonzalo alargó el brazo por encima de la mesa, y le sujetó suavemente la barbilla, alzando su rostro y poniendo los ojos a la altura de los suyos.
Y algo hizo que todo pensamiento se borrara de la cabeza de la chica.
No pudo resistirse a esa mirada infantil, pero a la vez tan pura, y sin quererlo, se ahogó en ella...
   -Yo, yo- balbuceó- quería hacerlo. Nada más verte, sentí algo muy extraño. Algo que no había sentido nunca, y que cada vez que me acerco a ti, se dispara incontroladamente. Sé que es difícil de comprender, ni yo misma puedo hacerlo, pero aunque solo nos hayamos visto dos veces, es como si te conociera de toda la vida...
Como si llevara viéndote cada noche en mis sueños.
Como si cada vez que pensara en mi príncipe, apareciera tu imagen.
Como si a partir de ese día te convirtieras en parte de mí.
Como si te quisiera desde siempre...
 
Gonzalo la soltó sorprendido, y de repente, despertó del trance. Se dio cuenta de la cantidad de palabras prohibidas que había pronunciado inconscientemente.
Sus ojos húmedos, abandonaron los de él que miraban a la chica perdidos completamente.
Ésta, a sabiendas de lo que perdía, lo dejó en la mesa, y haciendo caso omiso de la palabra 'espera', salió corriendo tropezando con el camarero que derramó por el suelo, un capuchino, un descafeinado y unas pastas, que ya nadie probaría nunca...
 
Los ojos se le empañaron aún más mientras que corría avergonzada.
Eso es lo último que se le puede decir a un chico si no quieres que salga escopeteado. Y ella lo había hecho. Se había dejado llevar por sus sentimientos, y éstos la habían traicionado. Todo se había ido al garete por su culpa.
Cruzó la carretera, dejó atrás el Ford Focus negro, y se dirigió al parque...
Se sentó en un columpio y comenzó a llorar. Sola. Ahora sí que no tenía a nadie... Había destrozado su amistad con Aitana en vano. Y ahora, cuando más la necesitaba, estaba sola. Sola. Muy sola.
Cerró los ojos, se impulsó suavemente, y dejó que el viento despeinara sus pensamientos, y se llevara sus lágrimas.
Entonces, unas manos se posaron en su espalda, deteniendo el balanceo.
Le dio un vuelco el corazón...
   -Perdona- dijo la voz a su espalda, mientras que ella se giraba para contemplarlo- ¿te importa dejarle el columpio a la niña?
Un hombre sujetaba de la mano a una niñita rubia de ojos claros que vestía un vestido verde.
Martina se limpió las lágrimas decepcionada, se levantó rauda y contestó.
   -Claro. Sube pequeña.
Y se sentó en un banco contemplando como el padre columpiaba a su hija que reía a carcajadas.
Que bonito era ser niño.. Nada era tan complicado como ahora...

Capítulo 6

   -Al fin te encuentro- susurró una voz angelical en su oído.
 
Se secó la cara.
Una ola gigante la había salpicado entera, despertándola de sus recuerdos.
Volvió a contemplar el paisaje... Debían de ser más de las nueve y el sol lentamente iba ocultando sus rayos dorados detrás del horizonte a la vez que se reflejaban más intensamente en las infinitas aguas que lo rodeaban.
Puede que ahí se encontraran todas las respuestas a sus preguntas que tanto le atormentaban.
Se dio la vuelta, y decidió buscarlas más tarde... Ahora iba a conocer su, cada vez más seguro, nuevo hogar.
Antes de abandonar la playa, recogió una caracola que reposaba a sus pies y se la guardó en el bolsillo.

Se dejo de llevar por sus pies que recorrían cada una de las callejuelas de aquella mágica aldea.
El sol se ponía y los niños más jóvenes ya volvían a sus casas, casas blancas que con los rayos dorados del sol se teñían doradas también. Balcones repletos de flores, puertas y ventanas azules, aquel olor a mar que tanto nos gusta a todos…Todos aquellos y muchos más detalles le hacían parecer que se encontraba en un maravilloso sueño en el que nada había ocurrido... Del que no tendría que salir. Creyó que era el lugar perfecto para volver a empezar de cero.
Sus pasos le llevaron a una vieja iglesia, aunque ella no era católica, que presidía el pueblo desde lo alto de una colina en una posición privilegiada, en la cual, se podía ver el paisaje teñido, momentáneamente, de tonos anaranjados.
Convencida de qieque el interior de la capilla haría justicia a las vistas Martina decidió entrar
Empujó para dentro un portón pesado de madera, y sorprendida, contempló la simplicidad de su interior que constaba de unos cuantos bancos, un altar y una gran cruz con grandes ramos de flores a sus pies.
   -Que mal rollo- susurró a la vez que se daba la vuelta para volver a la calle.
   -¡Un momento!- escuchó a su espalda.
Una anciana le hizo entender que le sujetara la puerta mientras que también salía.
   -Eres nueva aquí ¿no? -le preguntó-¿Eres la niña que ha venido con Madda?
   -Como corren las noticias ¿no?- dijo, pero no le pareció una buena forma de comenzar- sí, me llamo Martina- rectificó.
   -Echándole un vistacillo a la aldea, ¿no? -sonrió- veo que ya has visitado la Capilla. La construyeron hace años, entonces yo ni siquiera había nacido y te aseguro que muy joven no soy- volvió a sonreír de nuevo- contaba mi abuelo que querían hacer un gran monumento... Una enorme catedral como las que se hacían entonces en las grandes ciudades. Pero un día, el arquitecto de la obra fue a buscar a sus hijos que se encontraban aquí mismo. Justo en esta colina, en la que habían construido una simple cabaña con maderas y cuerda entre las margaritas.
Entonces el joven arquitecto, al ascender a este mismo lugar, fascinado con la belleza de las vistas, cambió los planes, y propuso construir una pequeña capilla que no le pudiese robar nunca, el protagonismo al paisaje. No siempre todo lo maravilloso, sintetiza con su alrededor.
   -Vaya... Yo no me habría planteado deshacer los planes de la catedral. Supongo que me gusta ir a lo grande.
   -Hay veces en las que son más importantes los detalles, que lo demás... Bueno cielo, tengo que marcharme, mi nieto habrá preparado ya la cena.
Y la misteriosa aunque encantadora anciana, emprendió camino hacia su casa cuando el sol ya se había escondido y las luces de las pequeñas farolas inundaban la calle.
Fue entonces cuando Martina se dio cuenta de la hora que era y salió corriendo para encontrarse con Madda en el lugar que habían acordado.

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